LA GUERRA DEL ASIENTO

 

 

 

Nació Blas de Lezo el 3 de febrero de 1689. En aquellos tiempos se bautizaba a los niños muy poco después de nacer debido a la elevada mortalidad infantil existente en la época y al temor, según la doctrina católica, de que los niños que muriesen sin bautizar irían eternamente al limbo, sin salvación. Y así, fue bautizado en la parroquia de San Pedro Apóstol, localidad de Pasajes de San Pedro. Esta población, al pie del monte Ulía, pertenece a la provincia de Guipuzcoa y está situada muy cerca de San Sebastián. El sacerdote Juan de Sabaña ofició el bautizo, celebrado el día 6 de febrero, tres días después del nacimiento. Los padrinos de Blas fueron José de Leizaur y María Teresa de Covarrubias.

Iglesia de San Pedro: Pasajes de España. Acuarela de Thomas Lyde en la década de 1830. Pertenece al Álbum del Siglo XIX, Diputación Foral de Guipúzcoa.

Esta es la actual iglesia de San Pedro, junto al muelle. En ella se ha conservado una reserva de sepultura a nombre de Blas de Lezo. Pero, aunque se ha conservado una reserva de sepultura, en esta iglesia no fue bautizado Don Blas.

Portadas románica (derecha) y gótica (izquierda) de la primitiva parroquia de San Pedro en la localidad de Pasajes de San Pedro, donde fueron bautizados todos los Lezo.

Actualmente su recinto forma parte del cementerio y se ubica en un elevado próximo a la actual iglesia de San Pedro, que fue construída en 1774, muchos años después del bautizo de Lezo.


La antigua parroquia de San Pedro estaba enclavada en el altozano donde hoy se encuentra su cementerio, resguardado por un pórtico románico cegado y otro de características góticas que se abren al camposanto. Lezo y sus hermanos, por tanto, no fueron bautizados en la iglesia actual de San Pedro, que empezó a construirse en 1765 y fue terminada en 1774.

El día que España derrotó a Inglaterra. Pablo Victoria. Editorial Áltera, 2005.

El pueblo natal de Lezo era una localidad del Golfo de Vizcaya poseedora de un pequeño y abrigado puerto natural de aguas profundas, dedicada casi en exclusiva al mar. Muchos de sus hombres eran duros y experimentados marinos y constructores de grandes embarcaciones. Del furor del mar y de los tempestuosos vientos protegen a la población los montes Ulía y Jaizkíbel. En aquel tiempo, dicha localidad estaba sometido a la jurisdicción de San Sebastián y no será hasta 1805 cuando se unirá a Pasajes de San Juan, que estaba bajo jurisdicción administrativa de Fuenterrabía y localizada justo enfrente al otro lado de la bahía, formando lo que hoy conocemos como una sola población, Pasajes.

 

La costa cantábrica vio destacar durante siglos a muchos personajes nacidos en sus tierras. Las gentes del Golfo de Vizcaya han demostrado tradicionalmente una gran vocación marinera. También, por acumulación de experiencia y conocimientos, fue tradicional la construcción naval, favorecida por la abundancia de maderas e industria del hierro. No es de extrañar, por tanto, que proliferaran los astilleros y que la zona fuese durante los siglos XVI y XVII punto de partida de barcos de comercio con las Indias y pesca de bacalao y la ballena en el Atlántico. Hubo bastantes astilleros, además de la actividad comercial y la cornisa cantábrica vio nacer buenos navegantes y marinos que sirvieron en las marinas de guerra de la época.

Le Passage, Guipuscoa. Bibliotèque Municipale de Toulouse. Grabado que representa la entrada al puerto de Pasajes a principios del siglo XIX. Aún se conserva el torreón circular y, al fondo, el fortín. La casa de los Lezo se encontraba a la izquierda del torreón, muy cerca de él.

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En la boca del puerto, muy cerca, casi al lado de la casa natal de Lezo, existía desde el siglo XVI una torre circular de piedra que proporcionaba defensa frente a posibles asaltos enemigos. Pero había algo más en la boca del puerto de Pasajes de San Pedro que muchos años después don Blas de Lezo repetiría en los críticos momentos que le tocaría vivir al final de su vida: la protección de la entrada a la bahía.

 

Un siglo más tarde, en 1621, se levantaba el fortín de Santa Isabel, situado a la izquierda del puerto, según se entra en él. Los fuegos de sus baterías defendían muy bien la entrada, ayudados por una cadena que se templaba para no dejar pasar los barcos enemigos, en caso de peligro. 


Correspondió al capitán Villalobos proponer esta peculiar defensa en 1617, que debía situarse a la entrada del canal; estaba fabricada con trozos de mástiles guarnecidos de hierro y trabados, aprovechados de los navíos que allí se habían ido a pique. La cadena se recogía con un torno y con ella se cerraba de noche la boca para impedir la sorpresa, que muchas veces consistía en abrasar los navíos surtos en el puerto mediante algún bajel dotado de artificios de fuego. El trabajo quedó formalizado en 1636.

El día que España derrotó a Inglaterra. Pablo Victoria. Editorial Áltera, 2005.

 

Pasajes de San Pedro tenía considerable pujanza cuando nació Blas de Lezo porque desde el siglo XVI había astilleros que construían barcos para la Corona y pesqueros que faenaban en Terranova. Se construyeron allí naos y carabelas que surcaron el Mediterráneo y navegaban hasta Flandes por el Canal de La Mancha, o se aventuraban por el Atlántico, y posteriormente se construyeron naves de alto bordo para realizar expediciones balleneras cerca de Groenlandia, así como naves destinadas a la llamada Carrera de Indias. En el siglo XVIII, Pasajes se convirtió en un puerto muy importante y dinámico debido a que fue sede de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas y de la Real Compañía de Filipinas, lo que vitalizó mucho el comercio.

 

En resumen,  la vida de los habitantes de este pueblo giraba en torno a la actividad del puerto.

Escudo oficial de Pasajes.

En el puerto de Pasajes y entre los siglos XVI y XVIII existieron, por lo menos,11 astilleros repartidos entre los términos de Lezo (Real Astillero de Bordalaborda), Pasajes de San Juan (Real Astillero del Barrio Vizcaya), Pasajes de San Pedro (Astillero Público o del Sableo, Berrachocoa, Herrera) y en Rentería (Astilleros de Basanoaga, San Francisco o Capuchinos, Ugarrice, Ribera, Arrabal y Magdalena).

Don Blas de Lezo y Olavarrieta. Estudio genealógico e historia familiar. María Inés Olaran Múgica. Máster en Derecho Nobiliario y Premial, Heráldica y Genealogía. UNED, España. 2009.

Esta vocación marinera de Pasajes queda perfectamente reflejada en su escudo heráldico concedido por el rey Felipe V. A la izquierda de estas líneas vemos el óleo representativo del Escudo de Armas de la Villa de Pasajes realizado en 2002 por Pedro Etxeberria Ansa como actualización del diseño oficial que, por encargo del Ayuntamiento, realizó en 1955. El diseño viene de antiguo, como comprobamos a continuación:


 

 

Juan Antohio de Hozes y Sarmiento Chronista de Castilla y Rey de Armas Primario unibersal en todos los reinos de la Magetad Catolica del Sr.Vn. Phelipe (el Animoso) Rey de las españas y emperador de la America Quinto de este nombre (Nuestro Señor que Dios guarde).

Certifico a los que la presente vieren que en los libros de armería, nobiliarios, Historias, fundaciones de Ciudades, Villas, Lugares de estos reinos que paran en el real Archivo de mi cargo donde se alla el original, Antigüedad y Blasones que a cada una corresponden entre las mas exornadas de  Prerogatibas de Lustroso explendor se encuentran las que Ylustran y enoblezen al M.N. y Leal Lugar de Pasages, sus Pasages, sus Blasones y Armas en la forma siguiente:

La Yllma. y nobilisima Provinzia de Guipuzcoa pte. principal del reino de españa en la europa ocupa en ella el sitio ultimo de la parte septentrional de este reino fue en lo antiguo una de las Provincias comprendidas en el Celebre Cantabria que los Antiguos Geographos llaman Bardulia, entre las Poblaciones mas YIustres que la componen es una de ellas; dos Lugares o sitios que llaman los Pasages dibididas de una porcion del Mar oceano que se introduce por un Canal o separarlas formando un Puerto capaz y seguro para todo genero de embarcaciones. La una de estas Poblaziones esta afecta a la jurisdiccion de la ciudad de San Sebastian y la otra al juzgado de la ciudad de fuenterrabia con los fueros de ellas. Ambas ciudades votan en todas las juntas así Particulares como generales. En todos tiempos an sobre salido sus noblex hixos en defensa de sus Reyes exponiendo sus vidas y haziendas por su lealtad y Amor en cuio reconociemiento con real magnifìcencia los han honorifìcado con estimables honras y concediendo a su Congreso use de las Armas y Blasones siguientes:

Excudo de gules y en el dos Remos de plata puestos en sotuer y una flor de lix de oro en el angulo superior y en el inferior o punta del escudo quatro ondas de mar de plata y azur sosteniendo de dos sirenas aladas soportes de carnación los cuerpos y rostros y en el medio inferior sus colas de sinople escamadas de plata y surmontado o cubierto de una coronoa de oro y pedreria floreteada y a uno y otro lado varias insygnias, trophios militares, como son vanderas, espotones, alfanges, fusiles, alabardas, partesanas:

Y para que Conste donde combenga, y ser las Armas expresadas las que pertenezen, y corresponden al referido congreso y Lugar del Pasage, doy la Presente amplificazion en virtud de la Autoridad que para ello tengo del Rey Nuestro Señor para que por ella y sin otro Ynstrumento alguno, use de los referidos Blasones, sin que se lo perturbe ni embaraze Tribunal ni Ministro alguno. Dada en Madrid firmada de mi Mano y sellada en el sello de mis Armas, a veinte y seis dias de Noviembre y Año de mil setecientos treinta y cinco.

Juan Antonio de Hozes y Sarmiento

 

 


 

 

Certificación emitida el 26 de noviembre de 1735 por J.A. de Hozes y Sarmiento, cronista de Castilla. Se conserva en el Ayuntamiento de Pasajes.

 

 


En esta pujante población de vocación marinera nació Blas de Lezo. Era el cuarto de diez hermanos. Su nacimiento se produjo en el seno de una familia de la pequeña nobleza guipuzcoana con algunos marinos entre sus antepasados. También hubo algunos ilustres en la familia: un antepasado de Blas de Lezo, Domingo de Lezo, fue catedrático en Alcalá de Henares y, entre otros cargos, obispo de Cuzco, en Perú.

 

El establecimiento de esta familia data de principios del siglo XIII: en 1203 el rey Alfonso VIII de Castilla fundó diferentes villas en lo que hoy es la provincia de Guipúzcoa. Un grupo, a la cabeza del cual se encontraba el capitán Guillermo de Lazón, tomó posesión de unas tierras en Lezo, próximas a Fuenterrabía, donde construyó una casa. Los antepasados de Blas de Lezo solían ser personas destacadas en servicios a la Corona o en cargos eclesiásticos. En los primeros años del siglo XVII (entre 1607 y 1629) se edificó la casa-palacio de Lezo, o Lezo Andia, en expresión muy de la tierra vascongada. El palacio estaba en la localidad de Lezo. La familia era lo bastante potentada como para tener capilla propia en la Iglesia parroquial del pueblo. También tenía escudo de armas, con dos lobos negros en campo de oro y dos luceros en campo colorado.

Vinculados al mar desde muy antiguo, por haberse desarrollado su vida en este contexto geográfico, entre las localidades de Lezo, Pasajes y San Sebastián, don Blas de Lezo tenía impreso, el carácter emprendedor y cosmopolita que presentaban las gentes que vivían en esta zona geográfica, cercana a la frontera francesa y que día a día tenían contacto con individuos de los más diversos orígenes geográficos, que llegaban a sus puertos y se mezclaban con las gentes del lugar. A su vez, el carácter luchador, por estar situados en zonas de peligro constante amenazados por la invasión de otros pueblos como los franceses, forjó la personalidad de este héroe y marcó toda su vida y sus intrépidas acciones.

Don Blas de Lezo y Olavarrietea. Estudio genealógico e historia familiar. María Inés Olaran Múgica. Máster en Derecho Nobiliario y Premial, Heráldica y Genealogía. UNED, España. 2009.

Un bisabuelo de Blas de Lezo por línea paterna, llamado Pedro de Lezo Lizardi, era capitán de la Armada y propietario del galeón Nuestra Señora de Almonte y San Agustín, galeón que iba a Tierra Firme, en las Indias, y traía plata a la península.

 

El abuelo de Blas de Lezo en la misma línea, Francisco de Lezo Pérez de Vicente, capitán de la Armada,  litigó su hidalguía ante la justicia ordinaria de San Sebastián (los ascendientes de Francisco de Lezo ya habían probado su hidalguía pero los documentos desaparecieron por la invasión francesa en la guerra de 1638). El expediente de nobleza fue ganado en 1657.

 

Así pues, Blas de Lezo nació cerca del mar, en un pueblo volcado al mar y en el seno de una familia con vinculación marinera. Su vida, en la que demostró un elevado sentido militar del deber, y su muerte, lejos de la península, sucederían igualmente junto al mar.


El padre de nuestro marino, llamado Pedro Francisco de Lezo y Lizárraga, era capitán de la Armada y natural de Pasajes de San Pedro.

 

La madre, llamada Agustina de Olavarrieta y Ubillos, era natural de San Sebastián.

 

Agustina y Pedro Francisco, sus padres, se habían casado en San Sebastián en 1683. Los hijos de este matrimonio fueron, por orden de nacimiento:

      Manuel Alberto

         Agustín Cruz

            Pedro Francisco

               Blas, nuestro marino, don Blas de Lezo y Olavarrieta

                  José Antonio Jacobo

                     María Josefa

                        Teresa Antonia

                           José Antonio

                              María Joaquina

                                 Francisco

 

En el trascurso del siglo XVII la casa solar pasó a ser propiedad de la familia Muru y Lezo, y posteriormente de la familia directa de don Blas de Lezo y Olavarrieta. En 1638 la casa es incendiada tras la ocupación del puerto por parte de las tropas francesas. A partir de entonces, la decadencia económica de la familia afectaría directamente a sus posesiones, quedando en estado ruinoso el solar originario de los Lezo a finales del siglo XVII. Cuando la rama familiar se trasladó desde Lezo a Pasajes instaló su casa en la que hoy es calle San Pedro nº 32. El edificio es de sillería y está situado en pleno casco histórico junto al puerto, cerca de la Cofradía de Pescadores y de la iglesia parroquial. Sería en esta casa de Pasajes y no en la localidad de origen de los Lezo donde nacería nuestro marino.

 

En el siglo XVIII se abrió un paso, salvado mediante un arco, para facilitar el acceso hacia la nueva iglesia parroquial cuya construcción data de 1774. Por el arco pasaban los peregrinos del Camino de Santiago, el que se hace por la costa. En el interior del arco existe hoy, fabricado en piedra, un escudo de armas con los cuatro cuarteles de los Lezo antiguos de la localidad de Lezo en el centro. Al lado, una placa en homenaje a Don Blas, en la que se lee Al heroico marino Don Blas de Lezo 1689-1741 Hijo Ilustre de Pasajes, junto a la fecha de la placa 11-11-1955.


 

Imágenes actuales de la casa natal de Blas de Lezo en Pasajes, Guipúzcoa. Abajo, localización de la casa mediante Google Earth.


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Para su educación, el joven Blas fue enviado a un colegio de Francia donde se enseñaba navegación con vistas a formar oficiales para la marina francesa. Era una escuela similar a lo que en España se conocerían como escuelas de guardiamarinas. Para sus padres fue, probablemente, una decisión muy lógica: a la proximidad geográfica con Francia se añadía el hecho de la que marina española del momento estaba en desastroso estado. Corrían malos tiempos, los de la muerte en España del último y decrépito rey de la Casa de Austria, Carlos II el Hechizado. Se iba a producir el paso de la corona española a una nueva dinastía, los Borbones. Respecto a Carlos II el embajador de Francia comunicaba detalles y pormenores a Luis XIV, el Rey Sol: "el príncipe parece bastante débil; muestra signos de degeneración: tiene flemones en las mejillas, la cabeza llena de costras y el cuello le supura" y más adelante indica que "asusta de feo".

 

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Carlos II con armardura, obra de Juan Carreño Miranda fechada en 1681.

Casa-Museo del Greco, Toledo.

El rey francés, Luis XIV, deseaba  (y le interesaba) la mayor colaboración entre las dos naciones ahora unidas por coronas que recaían en miembros de la misma familia.

 

Este deseo del poderoso rey francés incluía el intercambio y participación de oficiales de marina y de buques de guerra. En la práctica, ambas marinas estaban unificadas.

 

Blas abandonó el colegio e inició en 1702 su vida marinera a la temprana edad de 13 años como guardiamarina embarcado en el buque La Capitana de la escuadra francesa.

 

La flota española era entonces prácticamente inexistente, reflejo del descalabro económico y la calamitosa decadencia de los últimos Austrias, y en especial del último rey de esta dinastía. El hundimiento económico estaba extendido por todo el país.

Retrato de Felipe V de España (1683-1746), obra de Hyacinthe Rigaud fechada en 1701. Museo del Prado, Madrid.


A los 15 años prestaba servicio en el Foudroyant, buque insignia del comandante de la escuadra, conde de Toulouse (Alejandro de Borbón, hijo del rey Luis XIV de Francia). Europa estaba en plenas hostilidades debido a la Guerra de Sucesión española en la cual dos potencias navales del momento, Holanda y Gran Bretaña, en apoyo del bando austracista, eran enemigos de Francia, que apoyaba el bando borbónico español. Para variar, el gran enemigo de España en el bando austracista era Gran Bretaña, muy temerosa entonces del poderío que podrían alcanzar los Borbones en Europa. 

Mientras miraba al horizonte absorto en sus pensamientos unos pasos detrás suyo le hicieron volver a la realidad.

-Señor De Lezo, haga el favor de cambiar de bordada

El capitán se lo ordenó con una sonrisa irónica y lentamente volvió con el almirante sin dejar de observarle ni un momento.

Un sudor frío le recorrió todo el cuerpo, mientras pensaba que tenía que virar el navío delante del capitán, el almirante y los veinticuatro navíos a la vista que formaban la Escuadra Blanca, el cuerpo de batalla de la flota. Cualquier fallo grave pospondría su ascenso hasta que el rey Arturo regresara de Avalon. Se dirigió al puesto de los timoneles y observó con detenimiento las velas, la tensión de los cabos, la estela, la dirección del gallardete con el viento…

-Caña a sotavento–  gritó. Los dos timoneles movieron la barra con visible esfuerzo, el calor de agosto en Andalucía aprieta hasta en la mar.

-Escotas de los foques-  las velas empezaron a flamear.

-Arriba escotas–  el navío empezó a virar lentamente, sus dos mil doscientas toneladas se mostraban perezosas a cambiar de rumbo.

-Bracear en contra, a popa-  las bolinas de babor y las brazas fueron soltadas con algunos titubeos y los gavieros se movieron hacia estribor. Las vergas viraron pero el Foudroyant derivó con el viento. Todas las velas flameaban y el rumbo estaba perdido. Un murmullo se extendió entre los hombres y evitó mirar al capitán para no ver su desaprobación, o peor aún, una orden de relevo por otro oficial. El solito tenía que resolver la situación.

-Caña a babor-  lentamente el navío viró a estribor.

-Caña a estribor, tirad de las brazas-  lentamente las velas se fueron hinchando y notaba bajo sus pies la cubierta y como el timón iba agarrando de nuevo. Permitió que la proa se abatiera unos minutos antes de ordenar escotas de los foques. El barco viró lentamente por fin y sintió como un gran peso se le quitaba de encima.

-¡Bolina franca!

El trabajo estaba hecho. Unas cuantas órdenes menores más y se volvió para mirar al almirante y al capitán, que estaba muy enfadado, sus ojos echaban chispas y se disponía a soltarle un buen chorreo. Pero el almirante cogió de un brazo al capitán, y los tres se aproximaron, de manera que solo ellos pudieran escuchar la conversación. El conde, con su gesto, su peluca cuidadosamente peinada y su levita llena de lazos parecía estar más a tono de un baile de palacio que de un barco de guerra.

-Capitán, seamos compresivos. Todos hemos virado con titubeos alguna vez, y el Foudroyant no es una

maniobrable balandra, sino un navío de línea de primera clase. El muchacho ha resuelto el problema, que no era fácil. Y no le desautorizaremos delante de la tripulación.

El capitán miró al almirante, luego a los timoneles, gavieros y grumetes más cercanos. La afirmación del almirante era muy razonable, y se encogió de hombros. Miró con cierto resentimiento a De Lezo, la educación de los guardiamarinas era responsabilidad del capitán, pero la orden del almirante tenía que ser obedecida. “Ya habrá otra ocasión de ajustarle las cuentas al mozalbete”

(Recreación literaria). Pasajes de mar. Guillermo Vilaboa Unanue. 2010.

Grabado holandés que representa a Gibraltar con un enorme castillo inexistente. Se trata de un grabado de propaganda para hacer más meritoria la toma del peñón.

En una misión la escuadra del almirante Toulouse, habiendo partido de Tolón, se dirigió a Málaga donde se le unió un grupo de galeras al mando  del conde de Fuencalada.

 

Era una escuadra muy numerosa compuesta de 51 navíos, 6 fragatas, 12 galeras y buques menores. Su intención no era otra que recuperar Gibraltar.

 

Por uno de esos guiños de la Historia, en esta escuadra franco-española también servía Jean Baptiste Ducasse, ya con alta graduación, que años antes, en 1697 y como corsario por aguas del Caribe, había saqueado gravemente Cartagena de Indias (CAPÍTULO 15)


Navegando frente a Vélez-Málaga avistó una escuadra enemiga anglo-holandesa, proveniente precisamente de Gibraltar, plaza que habían tomado unas tres semanas antes  (la plaza se entregó al almirante de la flota holandesa, príncipe de Hesse-Darmstadt, que la tomó en nombre del Archiduque Carlos, pretendiente al trono español, bando a favor del cual luchaban los holandeses; el holandés fue, además, el primer gobernador de Gibraltar; luego los british “reinterpretaron” las cosas). Esta escuadra también era muy numerosa: 53 navíos, 6 fragatas y buques menores, al mando del almirante holandés ya mentado y del almirante ingés George Rooke.

Batalla de Vélez-Málaga, por Isaac Sailmaker.

National Maritime Museum, Londres

El combate entre ambas escuadras, que fue la batalla naval última y más importante del conflicto sucesorio español, se produjo el 24 de agosto de 1704. Un combate durísimo. No hubo victoria para nadie y ambos contendientes sufrieron importantes pérdidas.

 

La mayoría de los buques de uno y otro bando quedaron muy maltratados, aunque no hubo navíos hundidos ni tomados por el enemigo. De la dureza de la lucha nos da idea las cifras de bajas: unos 2.700 entre los anglo-holandeses y más de 3.000 entre los franco-españoles (según las fuentes se obtienen cifras diferentes pero en todos los casos el número de bajas oscila entre 4.000 y 6.000 sumando ambos bandos).

 

El combate de Vélez-Málaga es el bautismo de fuego del joven Blas de Lezo, embarcado en el Foudroyant.


Embarcado en el Barfleur, buque insignia del almirante Cloudisley Shovell, prestaba servicios un joven teniente de 19 años que respondía al nombre de Edward Vernon. Es decir: Lezo y Vernon se enfrentaron por primera vez en 1704 embarcados en los buques de sus respectivos almirantes.

 

Lo que son las cosas: a veces la Historia toma un camino u otros por nimios avatares o pequeños detalles, dicho sea esto porque en el combate de Vélez-Málaga los designios históricos podían haber cambiado completamente de haberse reanudado tal combate después del primer envite. A pesar de estar maltratadas las escuadras, las cosas habrían sido muy distintas si los franco-españoles hubieran sabido un pequeño detalle: los enemigos anglo-holandeses se alejaron y no continuaron combatiendo porque se habían quedado sin munición.

 

Los franco-españoles no continuaron tampoco pues la fatiga de barcos y tripulaciones era evidente en ambos bandos pero … ¿qué hubiera pasado de haberse sabido el detalle de la imposibilidad enemiga de seguir respondiendo al fuego? Con este supuesto, ¿qué consecuencias hubiera tenido la derrota y captura de la flota anglo-holandesa? ¿De qué Gibraltar estaríamos hablando en la actualidad?

 

Sin embargo, aunque los dos bandos se consideraron ganadores, a la larga esta batalla favoreció a los ingleses porque consiguieron mantener el control sobre el Mediterráneo y asegurar su recientemente conseguida posesión de Gibraltar.

 

Entre los heridos en el combate había un valeroso guardiamarina de 15 años, nuestro Blas de Lezo, quien durante toda la batalla se había mantenido en su puesto. Su comportamiento y actitud en combate, batiéndose de manera ejemplar y negándose con asombroso estoicismo a abandonar la cubierta a pesar de estar herido en una pierna, había merecido todos los elogios del almirante francés. Este pudo verlo con sus propios ojos ya que Lezo prestaba servicio en el buque del almirante, cuyo informe se elevó a su padre, el rey Luis XIV, quien  por Real Orden premió a jovencísimo guardiamarina con el grado de Alférez de Bajel de Alto Bordo en reconocimiento a los méritos evidenciados.

 

Del nombramiento cualquier marino se podría sentir orgulloso. Más aún cuando dicho nombramiento conllevaba el ofrecimiento de pasar a ser asistente de cámara del rey Felipe V de España. Quizás todo eso reconfortara algo a Blas tras su desgracia en el combate, pues la herida en su pierna izquierda, causada por una bala de cañón, era muy grave. Más que herirle la pierna la bala se la había destrozado. El cirujano del navío francés le atendió de urgencia. No vio posible recuperarla.

Sierra de amputar francesa del siglo XVIII

El jovencísimo Lezo yacía en una improvisada mesa de cirugía en el sollado del navío de su almirante. Para salvar su vida y evitar la gangrena, el cirujano le amputó la pierna izquierda por debajo de la rodilla.

 

Entonces la anestesia era beber todo el alcohol posible.

 

Y el bisturí, un serrucho.


Los navíos solían llevar uno o dos cirujanos, insuficiente personal para atender con urgencia a muchos heridos, por lo que habitualmente se sumaba como ayudante del cirujano el barbero del buque. Y al herido se le ayudaba con un sucio trapo que le habían puesto entre los dientes mientras otros marineros le sujetaban para que no se moviera.

 

Dicen que en la mano derecha Blas apretaba un Cristo de plata que su madre le había regalado para que lo llevara siempre consigo. El cirujano, en tremebunda operación que debía realizar rápidamente para frenar cuanto antes la imparable hemorragia,  cortaba tejidos y aserraba el hueso. Era preciso hacer varios cortes profundos para dejar al descubierto el hueso arremangado de carne y así poder aserrarlo, mientras el barbero se afanaba en cauterizar con un hierro al rojo vivo los puntos por donde brotaba la sangre a borbotones aún a pesar de lo apropiado del torniquete que se ponía más arriba de la rodilla para limitar en lo posible el flujo mortal y,  tras ello, entre charcos de sangre y repulsivo olor a carne chamuscada, tras tener cuidado de no dejar astillas que laceraran la carne, el cirujano cosía la carne alrededor del hueso y cauterizaba la herida sumergiendo el muñón en aceite hirviendo, momento en el que Lezo no pudo más y se desmayó. Se dice de él que mientras estuvo consciente no emitió un solo quejido. La tortura física de una operación como esa sobrepasaba en mucho la capacidad de aguante de cualquier hombre.

 

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Con la herida reciente, pero salvada la vida, Lezo necesitó una larga recuperación. A partir de entonces, llevaría una pata de palo, la primera facilitada por su padre, según se cuenta que durante una breve estancia de reposo en Pasajes. Rechazó trasladarse a la Corte como asistente de cámara del rey Felipe V. Lezo era un hombre de mar y no quiso contentarse con una vida sedentaria junto a gentes con pelucas empolvadas, hombres encopetados y aburridas damas parloteras, que sentirían tanta curiosidad como antipatía por el toc toc de la rústica pata de palo resonando por los pulidos, brillantes y lujosos suelos de palacio. Prefería la cercanía de sus compañeros, el olor a salitre del mar, el sonido del viento, dominar las velas.


Su ambición era ser un gran marino.

 

Tuvo que acostumbrarse a esta amputación y aprender a andar con una prótesis. Seguramente toda su vida tuvo cierto sufrimiento interior por verse impedido de esa manera, pero Lezo siempre demostró tener una actitud decidida y valiente ante la vida, acometiendo las tareas con fuerza y empuje. La capacidad de superación que tenía Lezo se debe a la gran confianza que tenía en su propia valía y capacidad personal, que le llevaba a luchar contra las adversidades.

Al recuperarse de su amputación volvió al servicio al año siguiente, en 1705, pasando de un buque a otro, en los que empezaba a oírse su característico toc toc provocado por su pata de palo al andar por las cubiertas. Ambicionaba Lezo dominar el arte de marinar y ambicionaba convertirse en un gran comandante. La Guerra de Sucesión se estaba alargando mucho.

 

Vista actual de Peñíscola (Castellón) desde el castillo


Como alférez, Lezo operó socorriendo las plazas de Peñíscola y Palermo.

 

Las tropas de Felipe V atacan Barcelona. En 1706 a  Lezo se le dio el mando de un convoy de municiones y pertrechos de guerra que se le enviaban al rey Borbón desde Francia. Su misión era, por tanto, abastecer a los partidarios de Felipe V sitiados en Barcelona. Lezo cumplía en la entrega de material porque, con aguda inteligencia, se las ingeniaba para burlar una y otra vez la vigilancia de los barcos anglo-holandeses que apoyaban al archiduque Carlos y tenían sitiada por mar a la ciudad condal.

 

Tal es así que en una ocasión se vio rodeado por varios buques de guerra enemigos al mando del almirante Cloudesly Showell, que izaba su insignia en el Britannia. Precisamente en este navío estaba embarcado Edward Vernon, por lo que era la segunda ocasión en que se encontraban.

 

Lezo salió de la trampa, forzando su paso a través del cerco naval anglo-holandés, haciendo quemar paja húmeda sobre unas parrillas de hierro en sus buques  con el fin de abrirse paso a través del incendio protegido por la gran humareda oscura que formaba la paja húmeda al quemarse y que dificultaba mucho la visión de sus buques por el enemigo. Otras fuentes explican una versión diferente: que Lezo incluso quemó alguno de los buques. Y otras fuentes dicen que dejaba flotando grandes pellas encendidas.

 

El caso es que gracias apoyándose en estas ingeniosidades penetraba la línea anglo-holandesa, ayudado por el espeso humo, mientras se iba abriendo paso a cañonazos a babor y estribor contra quien se le acercase. Y no eran cañonazos cualesquiera:

[ … ] su ingenio lo llevó a cargar sus cañones con unos casquetes de armazón delgado con material incendiario dentro que, al ser disparados, prendía fuego a los buques británicos [ … ] 

El día que España derrotó a Inglaterra. Pablo Victoria. Editorial Áltera, 2005.

Es una muestra de la actitud valiente y decidida de don Blas y de su viva inteligencia. Detectaba con rapidez las soluciones a los problemas que le surgían y, por ello, no necesitaba reflexionar mucho para actuar. Los british se vieron tan asombrados como impotentes ante este despliegue de ingenio. Ninguno de los barcos del inteligente Lezo pudo ser apresado en ninguna de estas acciones.

 

Por cierto, el entonces joven Vernon no lo olvidaría.

 

Al contrario, recordaría a su oponente, el ingenioso y osado Blas de Lezo, bastantes años después cuando se enfrentaron en Cartagena de Indias en 1741, momentos en los que nuevamente Lezo demostró ingenio y valentía, y ocasión en la que Vernon tuvo oportunidad de exclamar:

God damned, it’s the same bastard !

 

( ¡Maldito Dios, es el mismo bastardo! )

En el Mediterráneo hizo don Blas labores de corso durante el año 1706, apresando numerosos barcos ingleses, realizando valientes maniobras, exhibiendo el joven alférez arrojo, competencia y valor. Entre sus servicios de esta época en aguas mediterráneas se cuenta el combate contra el navío inglés Resolution (70 cañones) comandado por el capitán Mordaunt en aguas próximas a Génova. El lustroso navío inglés era de construcción reciente, pues había sido botado en 1705, y navegaba haciendo una misión acompañado de otros dos buques. Se dirigía de Barcelona a Génova. El navío donde Lezo prestaba servicio (se cree que era de porte similar al inglés) alcanza al Resolution, que pretendió oponerle resistencia, y entabla combate cercano, a tiro de pistola (según algunas fuentes, este hecho ocurrió el 21 de marzo de 1707). El navío inglés queda destrozado y es quemado por la propia tripulación para evitar que cayera en manos francesas, hundiéndose a la altura de Veintimiglia. Los otros dos buques ingleses fueron apresados y conducidos posteriormente a Pasajes y Bayona.

Bahía de Pasajes en la actualidad, en visión panorámica. La fotografía está tomada desde el monte Jaizquíbel, quedando el otro lado del fiordo limitado por el monte Ulía.

¿Por qué a Pasajes? Fue un premio, privilegio especial y particular para el joven Lezo: su acción fue tan valerosa que el comandante de su escuadra lo comisionó para remolcar las presas inglesas al puerto de aquel pueblo donde había nacido. Es de imaginar el asombro y admiración de sus paisanos al ver a Lezo, con la moral por las nubes, introducir altivamente los barcos en el puerto de Pasajes donde, en medio del júbilo, las autoridades civiles, eclesiásticas y militares,  rendirían merecido homenaje a un marino aún tan joven.

 

No tardaría en volver a distinguirse por sus servicios. Continuando en el marco de  la Guerra de Sucesión española, el duque de Saboya, por tierra, en combinación con una flota inglesa al mando del almirante Shovell, puso sitio a la ciudad francesa de Tolón desde finales de julio a finales de agosto de 1707. Tolón era una importante base naval francesa. Allí también se distinguió Lezo, entonces teniente de navío.

La gran flota angloholandesa apareció en el horizonte, desembarcaron en la isla de Porqueroles, apropiándose de los fuertes que allí había. Pero por una vez los británicos tuvieron mala suerte con el tiempo: un fuerte mistral les impedía navegar hacia el puerto y bombardear la ciudad. Los marinos observaban las evoluciones de los barcos ingleses, riéndose a carcajadas de su ridícula posición:

---Desde luego, estos ingleses parecen peces de agua dulce, mira que no poder dar bordadas contra ese vientillo de nada … A ese Showell lo sacas del Támesis y está perdido.

Los hombres coreaban las ocurrencias de Harispe. Lezo observaba las maniobras del enemigo, que hacía todo lo que podía, con bastante pericia marinera, pero en verdad el mistral era brutal y los navíos acababan derivando hacia el sudeste. No hizo ningún comentario, estaba bien que la gente riera un poco con la supuesta incompetencia del enemigo, teniendo en cuenta lo que se les venía encima.

(Recreación literaria). Pasajes de mar. Guillermo Vilaboa Unanue.2010.

Plan figuratif de Toulon et de ses alentours à l'époque du siège de 1707 / dressé par M. Edmond Millou...

Plano del asedio a Tolón en 1707.

Biblioteca Nacional de Francia.

El lector puede hacer "click" en el mapa, se abrirá una nueva ventana, doble "click" en el nuevo mapa y podrá navegar por él con zoom detallado. Podrá localizar el castillo de Santa  Catalina, cerca de la ciudad, situado junto a un estratégico cruce de caminos.

Blas de Lezo se batió con su acostumbrado denuedo en la defensa del castillo de Santa Catalina, posición estratégica que dominaba la ciudad. Al final los atacantes, tropas del príncipe Eugenio de Saboya, no pudieron tomar Tolón y se vieron obligados a levantar el sitio, tras haber sufrido graves pérdidas (el intento les costó 10.000 hombres). En contrapartida, Francia había perdido los navíos del importante puerto francés dado que, para evitar que cayeran en manos inglesas, procedieron a hundirlos. En adelante, la desaparición de la flota francesa de Tolón daría ventaja a Inglaterra en el Mediterráneo.

 

Lezo no podía saber que este episodio tendría cierto paralelismo con otro que ocurriría mucho después en las cálidas aguas del Caribe, muy lejos del puerto francés. A lo mejor sí alcanzó a saber que entre la escuadra enemiga del almirante Shovell había una fragata de 32 cañones llamada Rye, cuyo capitán era un tal Vernon, Edward Vernon.

 

Sí, otra vez Vernon.

 

Era la primera vez en la que Lezo adquirió experiencia en la defensa de un fuerte amurallado, lo que le serviría en el futuro cuando debió defender Cartagena de Indias. Pero no adelantemos acontecimientos y volvamos a Tolón, donde ocurrió algo más. Defendiendo Blas de Lezo el castillo de Santa Catalina, en pleno combate, una bala de cañón enemigo impacta en la fortificación, cerca de él. Una esquirla se aloja en uno de sus ojos y como consecuencia Lezo sufrirá para siempre la pérdida de visión del ojo izquierdo. El cirujano consiguió sacar el pequeño fragmento del ojo pero no pudo devolverle la vista, aunque no fue necesario vaciarle el ojo.


El médico estaba agotado, después de incontables operaciones, pero cogió su maletín y siguió al teniente por el caos de la línea de defensa. Examinó el ojo del capitán después de lavarlo bien. Clavado en el globo ocular había un objeto, que había provocado una gran hemorragia. Lo extrajo con las pinzas con sumo cuidado, mientras Lezo apretaba los dientes y ponía toda su fuerza de voluntad en no moverse. Una fina aguja de piedra, que tintineó sobre la bandeja del cirujano.

El ayudante procedió a limpiar y vendar, mientras Almunia se lavaba las manos. Era una esquirla del muro, despedida por una bala.

--Mi capitán, la herida está limpia y sanará bien, no creo que se infecte. Pero en cuanto a la visión de este ojo… Es pronto para decirlo, pero no albergaría muchas esperanzas.

--Bueno, rogaremos a Dios, usted ha hecho lo que ha podido.

(Recreación literaria). Pasajes de mar. Guillermo Vilaboa Unanue. 2010.

 

Con los años, a Lezo se le cerraron completamente los párpados de ese ojo desapareciendo la hendidura palpebral causada por tisis completa del globo ocular. El término tisis indica consumición gradual y lenta, y ulceración del órgano. Sin duda, la suerte no estaba de su lado, pero el joven Lezo siguió adelante tras su convalecencia de tres meses. Le fue asignado un nuevo empleo como Teniente de Guardacostas siendo destinado a Rochefort, otra importante base francesa, así que del Mediterráneo pasó al Atlántico. Sólo tenía 18 años.

 

A esa edad ya había perdido una pierna y un ojo.

 

 

Pero nada le echaba atrás y continuó escribiendo páginas de su insuperable hoja de servicios. Así, en 1710, habiendo sido ascendido a capitán de fragata, realiza una gran gesta a bordo de una fragata que, al parecer, se llamaba Valeur.

 

Todos los catalejos de la Valeur apuntaban al barco enemigo, viendo el frenético trajinar de los artilleros y el humear de las mechas lentas. Lezo estaba agarrado al estay de mesana,  calculando el momento en el que recibirían la andanada. Esperaba la precipitación del enemigo al ver que la fragata se les venía encima, recibir poco daño y con el barlovento a su favor acercarse antes de que pudieran reaccionar y endosarles sus dieciocho cañones de estribor de penol a penol.

 

(Recreación literaria). Pasajes de mar. Guillermo Vilaboa Unanue. 2010.

 

Un día se encuentra con un grupo de barcos enemigos (se cree que eran diez) y entabla impresionante combate con el navío Stanhope (70 cañones), comandado por John Combs, que se cree que le triplicaba en fuerzas. Mantuvo un cañoneo mutuo hasta que las maniobras de Lezo dominaron la posición de popa del navío enemigo.

¡Artilleros, apuntad bien, disparad alto, a las jarcias y a cubierta! ¡Al que dispare por debajo de la línea de flotación lo mandaré azotar! ¡Infantes a las cofas y barrer el alcázar enemigo! ¡Antes de la noche los que vivamos estaremos llenos de gloria y riquezas! ¡A sus puestos!

 

Las últimas frases arrancaron un rugido en crescendo, y todos corrieron a los lugares indicados en zafarrancho de combate.

[ … ]

¡Fuego las baterías de estribor!

Uno a uno los dieciocho cañones de estribor machacaron las bases los palos de mesana y mayor, saltando astillas por doquier. Vio por el catalejo que había muchas bajas en el barco enemigo. El palo de mesana de los ingleses basculó y cayó a babor, escorando peligrosamente el navío. Vivas y hurras recorrieron la fragata, un tanto para la Valeur. Vio por el catalejo como multitud de hombres saltaban sobre él intentando cortarlo para poder liberarse. Ahora mismo el navío estaba inmovilizado y no podía reaccionar a los ataques de la Valeur.

¡Virad a estribor y hagamos una pasada por popa lo más cerca posible.

(Recreación literaria). Pasajes de mar. Guillermo Vilaboa Unanue. 2010.

Lezo se situó ventajosamente y en posición de abordaje. Ordenó lanzar garfios para abordar. En frase que se atribuye al propio Lezo, entre los ingleses se sembró el pánico al ver aquello. Capturó el Stanhope, cubriéndose de gloria en este enfrentamiento en que, además, es herido nuevamente, aunque sin graves consecuencias.

 

Este episodio es poco conocido pero está representado en diversas obras pictóricas. Para tal suceso se echa de menos la acostumbrada precisión y rigurosidad británica al narrar hechos de armas navales, por pequeños que fuesen tales hechos. Y este protagonizado por Lezo no es un hecho menor, porque capturar un navío con una pequeña fragata es algo muy meritorio.  El silencio british llega hasta tal punto que dudan de que la acción naval hubiese ocurrido realmente. Tratándose de los british hasta podría ocurrir que duden incluso de la existencia del propio navío Stanhope. No me extrañaría viendo cómo hechos importantes tales (la batalla por Cartagena de Indias en 1741, sin ir más lejos) a menudo son, en manos británicas, poco más que una acción menor cuando en realidad fue una severa derrota para las armas inglesas. Ya se sabe: hay que dejar impoluta la gloria de la Royal Navy; por tanto, el episodio del Stanhope merece dormir el sueño (británico) de los justos.



IZQUIERDA, Combate de una fragata española contra el navío inglés Stanhope, donde vemos en combate a la fragata de Lezo que ha ganado la posición ventajosa al navío inglés, el cual está siendo machacado por la popa. Es obra de Ángel María Cortellini Sánchez, fechada entre 1900 y 1912. Museo Naval de Madrid.

DERECHA, lámina La captura del Stanhope, donde se representa a la fragata jorrando (remolcando) al navío capturado. Las capturas se señalizaban colocando una bandera sobre la del navío capturado, como vemos en la pintura. Obra anónima, Museo Naval de Madrid. 

 

 

La acción de Lezo contra el Stanhope ocurrió posiblemente durante un ataque de una pequeña división española a un convoy inglés del cual el Stanhope era uno de los buques escolta. Es probable que se tratase de uno de los llamados East Indiaman, unos barcos grandes que hacían los viajes a América. Es uno de los aspectos sin aclarar de este episodio, como también lo es el año en que ocurrió, pues es posible que la captura ocurriera a principios de 1712 y no en 1710 como indican otras fuentes. Lo que parece muy claro es que el Stanhope era mucho más poderoso y de mayor porte que la pequeña fragata que mandaba Lezo, pero nuestro marino, demostrando gran pericia y valor, fue capaz de enfrentarse y rendir el buque enemigo a pesar de que el inglés tenía mucha mayor tripulación y potencia de fuego (se cree que el navío triplicaba la fuerza de la fragata).

 

Capturar un navío de 70 cañones (cuyo calibres serían seguramente de 18 y 24 libras) con una pequeña fragata que contaba con artillería probablemente de sólo 6, 8 y quizás 18 libras, no era tarea al alcance de cualquiera ni era la regla normal en combates navales donde el tamaño, número de tripulantes y potencia artillera de un navío impone su ley ante buques menores. Pero con sólo 20 años Blas de Lezo ya ha roto lo esperado en las reglas de combate y escrito su propia página en la historia.

 

No se sabe con certeza el nombre de la fragata de Lezo en esta acción pero se cree que, dada la penuria en marina española en esos momentos, con sus fuerzas navales casi desaparecidas por la Guerra de Sucesión, se trataría de la Valeur, como se dijo líneas más arriba, la cual sería una fragata francesa alquilada.

 

Nuevamente fue distinguido Blas de Lezo por sus servicios y excelente comportamiento ascendiéndosele a capitán de fragata. No era para menos. Durante esta época, y con base en Rochefort, captura varios navíos en labores de guardacostas.

 

En 1712 pasa a servir a la incipiente Armada española, ahora independizada de la marina francesa. La Guerra de Sucesión discurría en su tramo final. Felipe V y Luis XIV, nieto y abuelo,  Borbones español y francés, se empezaban a distanciar. Francia empieza a retirar el apoyo a España. Comenzaba a no tener sentido seguir sirviendo intereses franceses.

 

Al brillante marino Blas de Lezo se le dio el mando de una fragata de la escuadra del general Andrés Matías de Pez y Malzárraga, un reputado marino que llegaría a ser Secretario de Estado y ministro de Marina. La fragata al mando de Lezo se distinguió muy llamativamente en sus cometidos. El general Andrés de Pez quedó maravillado ante la valía de Lezo que demostraba ser un experimentado marino para ser tan joven, y emitió informes para que fuera ascendido.

 

Y lo fue: Blas de Lezo es promovido a Capitán de Navío en 1713. Estamos ante un capitán de navío  -en tierra su equivalente sería coronel-  de solo 24 años. Esa graduación la había conseguido tras 11 años de servicio. A ello hemos de añadir que, precozmente,  ya ha alcanzado cierta fama en una Armada incipiente y escasa. Es decir: a los 24 años Blas de Lezo, aún cojo y tuerto, es ya un afamado comandante en la pequeña Armada española del momento.

 

(Pulsar en las imágenes para ampliarlas)

 

La Guerra de Sucesión, un conflicto internacional semejante a una guerra mundial de la época,  por fin había terminado y se había sellado la paz, pero se prolonga en territorio hispano con algunos episodios aislados como el de Barcelona, ciudad que es cercada por el duque de Berwick.

 

A la IZQUIERDA, el duque de Berwick, personaje fundamental en la historia española. Aunque nacido en Francia, era hijo natural de Jacobo II, último rey inglés de la dinastía Estuardo (destronado en 1688). Fue reconocido por su padre, del que heredó el título de duque de Berwick y al que acompañó en el exilio francés, pasando después a servir a Felipe V. Su nombre era Jacobo Fitz-James y por sus victorias obtuvo diferentes títulos nobiliarios, entre ellos duque de Fitz-James y duque de Liria y Jérica. Sus descendientes entroncaron con otro ducado, el de Alba, de los cuales desciende alguien muy popular entre los españoles de hoy día: doña María del Rosario Cayetana Fitz-James Stuart y Silva, XVIII duquesa de Alba.


Es en esta etapa del final de la guerra, la toma de Barcelona, cuando en alguno de los combates ocurridos en la conquista de esa ciudad, Lezo tiene la misión de bombardear las posiciones fortificadas enemigas. Al mando del navío Campanella (70), integrado en la escuadra de Andrés de Pez, se acercó demasiado a las defensas enemigas y Lezo es nuevamente herido. En esta ocasión la herida, producida por balazo de mosquete, afectó al brazo derecho, rompiéndole tendones, dejándoselo prácticamente sin movilidad, inútil para el resto de su vida. Aunque sangró profusamente solo necesitó cauterización para cortar la hemorragia y evitar infecciones.

 

Así, con sólo 25 años, Blas de Lezo será para siempre cojo, tuerto y manco.

 

Esa será la imagen con la que se le recordará siempre en la Historia: la de un hombre cojo de la pierna izquierda, tuerto del ojo izquierdo y manco del brazo derecho. Había dejado jirones de su humanidad a lo largo de su corta pero entregada vida de marino, pero su leyenda había comenzado.

 

Su cuerpo se había convertido en un catálogo de cicatrices y heridas sufridas en las diferentes batallas. Era el marino de la Armada Española con más heridas en combate. Pero no esta dispuesto a abandonar su carrera naval a pesar de los impedimentos que estas heridas podían ocasionarle en la vida a bordo de un buque y en el combate. Lezo era un devoto del rey y de su patria.

 

Por su aspecto se le apodó  “Almirante patapalo” (General Anka Motz, como le llamaban sus marineros vascos con afectuosa admiración) y “Mediohombre”. En realidad, la trayectoria del marino, plena de servicio y entrega, le harían merecedor de un apodo diferente a "Mediohombre". ¿Por qué no Hombre y medio? El destino le había reservado llegar a ser un marino audaz, valiente  e inteligente. Nunca sería derrotado. También le había reservado el sufrimiento físico y moral de perder una pierna, un ojo y un brazo siendo aún tan joven. A ello añádase que Lezo era persona de profundo amor propio, permanente ambición, viva inteligencia, sólida psicología y recia personalidad, de manera que sus heridas físicas no le impedirían en el futuro desenvolverse con firmeza y tesón. Su coraje para sobreponerse a las discapacidades físicas y la heroica defensa que haría en Cartagena de Indias en 1741 han trazado tintes épicos a su vida.

 

Su entorno familiar y social, muy relacionado con el mar, situado en el ambiente abierto y aventurero del Pasajes del momento, cerca de la frontera francesa, marcará su destino y conformará su personalidad abierta. En algunos de sus escritos quedó reflejado su carácter fuerte y enérgico, probablemente el desencadenante de los enfrentamientos que, en diversas ocasiones, tuvo con los virreyes a los que estuvo subordinado, lo que no quiere decir que no tuviera razón la mayor parte de las veces.

Don Blas, un héroe con personalidad. Mariela Beltrán García-Echániz, comisaria de la exposición Blas de Lezo. El valor de Mediohombre. Publicaciones Ministerio de Defensa, 2013.

 

 

 

Cartel de la Exposición Blas de Lezo, el valor de Mediohombre, del Museo Naval de Madrid, celebrada entre el 18 de septiembre de 2013 y el 13 de enero de 2014. El éxito de público favoreció que se prorrogase hasta el 3 de marzo. Ha sido la exposición de mayor éxito de las celebradas en el Museo hasta la fecha.

Detalle del retrato de Blas de Lezo de la colección de la condesa de Revilla-Gigedo.

 

 

 

 

A finales de 1714 Felipe V, tras quedar viudo de su primera mujer, contrae nuevo matrimonio con Isabel de Farnesio. Para traer la nueva reina desde Italia a Barcelona es enviado Blas de Lezo a Génova formando parte de la escuadra de Andrés de Pez y Malzárraga. Pero la Farnesio se negó a embarcar y prefirió viajar por tierra. Era una mujer muy diferente a la primera esposa del rey, María Luisa de Saboya. Es de lamentar la pérdida de esta y mala elección la de la Farnesio.

 

Blas de Lezo regresa nuevamente a Barcelona donde se incorpora a una escuadra ya en el último coletazo de la guerra: se está preparando la expedición para la recuperación de Mallorca e Ibiza.

 

Este, y no el asalto a Barcelona del 11 de septiembre de 1714, es el auténtico acto final de la Guerra de Sucesión en terreno hispano; sin embargo, es muy poco conocido y no parece despertar mucho interés.

Carta náutica del año 1715 con indicación del derrotero que siguió la expedición (línea de puntos y letras, que puede apreciarse ampliando la imagen).

Ministerio de Cultura.

Las expedición a Baleares (realizada con grandes dificultades logísticas) estuvo al mando de Claude-François Bidal, Marqués de Asfeld (1667-1743), también conocido como Caballero d’Asfeld y que a partir de 1734 hasta su muerte sería Mariscal de Francia. Las fuerzas navales estaban a cargo de Pedro Gutiérrez de los Ríos, IV conde de Fernán Núñez (este condado se elevó a ducado en 1817 y su denominación hace referencia a un municipio de la provincia de Córdoba).

 

La escuadra preparada al efecto zarpó el 15 de junio de 1715, formada por 27 buques de guerra y un número indeterminado de transportes, siendo uno de los buques Nuestra Señora de Begoña, de 54 cañones, comandado por Lezo. Nada más llegar a Mallorca desembarcaron 10.000 hombres en Calonge, Alcudia. Los mallorquines austracistas comandados por el marqués de Rubí, sin combatir y rodeados por tierra y mar, de inmediato aceptaron las generosas condiciones de sometimiento a Felipe V: si no se oponía resistencia se respetaría la vida de todos y los partidarios del archiduque Carlos serían transportados a sus territorios.

 

Poco después, también los austracistas ocupantes de Ibiza aceptaron las mismas condiciones.

 

De esta forma, las dos islas fueron recuperadas para la corona española sin realizarse un solo fogonazo.


En 1716 Don Blas de Lezo es ahora el comandante del navío Lanfranco, de 60 cañones, que forma parte de la escuadra del general Fernando Chacón que tendrá la misión de transporte y escolta de la plata de los galeones desde La Habana hasta Cádiz. El primer destino de la escuadra que se está alistando en Cádiz es Veracruz y en ella se integra a Blas de Lezo.

 

En el puerto mejicano se desembarca la carga de la escuadra y se proceder a cargar plata, mercancías y caudales para ser traídos a la península, responsabilidad que se le da a Lezo directamente. Zarpa de Veracruz y entra en La Habana donde esperó el momento de volver a zarpar. Aún en Cuba le llegan noticias sobre maniobras que hacían los británicos con base en Jamaica. Le avisan de que debe volver a Veracruz para recoger más mercancías y caudales. Blas de Lezo volvió a ese puerto, cargó y esperó el momento oportuno para volver a zarpar hacia la península, cosa que hizo sin ser avistado en ningún momento. Rumbo a la península, la flota española se encontró en el canal de Bahamas con una escuadra inglesa. El resultado del encuentro fue cinco fragatas y un bergantín inglés apresados. La escuadra española, sin otra novedad, regresó a la península.

 

(Pulsar en las imágenes para ampliarlas)

 

Mapa de la ciudad y puerto de Veracruz en la primera mitad del siglo XVIII.

Universidad Veracruzana

Posteriormente se integra en una escuadra destinada a los Mares del Sur comandada por Jean Nicol Martinet, un corsario francés que había pasado a servir a la corona española.

 

El capitán Bartolomé de Urdinzu y Arbeláez es nombrado comandante de la parte española de la escuadra, en la que se integra el Lanfranco, pasando Blas de Lezo a ser el segundo de Urdinzu.

 

En el escalafón de la escuadra completa, Lezo es tercer comandante.

 

Al Lanfranco le acompañaban los navíos Conquerant (64 cañones) y Tríomphant, así como una fragata llamada La Pélerin y un buque de transporte llamado Princess de Valois.

 

Comprobamos aqul la penuria (o deberíamos decir práctica inexistencia) de la marina española tras la Guerra de Sucesión puesto que se echaba mano de corsarios para que pusieran sus barcos al servicio de los intereses españoles; afortunadamente, Patiño y Gaztañeta impulsarán una reconstrucción naval casi milagrosa (labor que después continuarán Ensenada y otros), impulso que con el tiempo conseguirá volver a situar la Real Armada entre las potencias navales.


José Patiño y Rosales, según retrato de Miguel Alonso de Tovar

(mediados del siglo XVIII)

El objetivo de esta escuadra era la limpieza y defensa de los Mares del Sur eliminando piratas, corsarios  y buques extranjeros (ingleses, holandeses y franceses) dedicados al contrabando y la piratería, actividades que estaban perjudicando la Hacienda española. Extenderían su acción por las costas de los actuales Chile y Perú (verbigracia, los Mares del Sur). Además, debía reorganizarse la Armada en aquellas aguas.

 

Llevaban a bordo a los nuevos gobernadores de Chile, Gabriel Cano de Aponte, y Buenos Aires, Bruno Mauricio Zavala. También embarcaban 67 oficiales destinados tanto a reconstruir la marina española en aquella zona como a la instrucción de personal criollo. Esto de debe al empeño de Patiño, ministro de Marina, en aplicación de sus ideas para fomentar y recomponer las maltrechas fuerzas navales.

 

La pequeña escuadra zarpa el 16 de diciembre de 1716 del puerto de Cádiz. Llegaron al cabo de Hornos, cuyo paso suele ser terrible. Al Lanfranco y a la fragata La Pélerin le causaron muchos daños los habituales temporales de la zona y les resultó imposible el paso al océano Pacífico.


Sí pudieron pasar los otros dos bajeles; de manera que el Lanfranco y La Pélerin hubieron de volver hacia Buenos Aires para efectuar reparaciones.

 

Los navíos Conquèrant y Tríomphant llegaron al puerto de La Concepción en junio de 1717. Reparado el Lanfranco en lo posible se volvió a intentar el paso del cabo de Hornos en enero de 1718, nuevamente sin éxito. Regresó de nuevo a Buenos Aires.

 

Pero Lezo no se limitó por aquella zona a esperar que concluyesen las reparaciones y capturó dos fragatas francesas llamadas San Francisco y Danicant. Sin embargo, el Lanfranco ya estaba muy dañado y no pudo volver a ponerse en condiciones de navegar y menos volver a intentar el paso del cabo de Hornos. La tripulación fue traspasada a las dos fragatas recién capturadas. Una pasó al mando de Urdinzu y otra al de Lezo. Se dirigieron de nuevo al cabo de Hornos marcando Blas de Lezo el rumbo al navegar en vanguardia y, esta vez sí, lograron pasar al Pacífico, rumbo a El Callao.

Uno de las acciones de la escuadra fue el intento de capturar dos barcos, el Sucess (70) y el Speed Well (70), del corsario inglés John Clipperton, quien hacía de las suyas asaltando mercantes españoles y puertos del Pacífico, pero logró evitar a los españoles y huyó a Asia, donde fue capturado y ejecutado.

 

Al corsario Martinet le cumplió el plazo durante el cual podía prestar su servicio a la corona española. Además, según lo que se estipulaba en el contrato, al finalizar sus servicios debía entregar sus barcos a España.

 

Ciertamente, su actividad por aquellas aguas fue positiva para la misión encomendada habiendo capturado seis naves de sus compatriotas. Sin embargo, resultó conveniente la finalización del contrato porque Martinet se estaba tomando demasiadas libertades haciendo contrabando ilegal por su cuenta, a espaldas de las autoridades españolas, por lo que se había convertido más en una molestia que en otra cosa. Pero este corsario cumplió con lo estipulado: los barcos fueron entregados a la Armada española.

El Puerto de El Callao en el Mar Pasyfyco o de el Sur Con las Costas ymmediatas a el, de Barlovento y Sotavento, yslas y arresifes que se commprehenden y la sonda numerada en brasas Levantado por D. Antonio de Ulloa, Theniente de Navio de la Rl. Armada. Año de 1743.

Biblioteca Nacional de España, Madrid.

Este mapa fue levantado durante el viaje de Jorge Juan y Antonio de Ulloa por aquellas costas y publicado en 1748 en el libro de ambos Relación histórica del viaje a la América Meridional.


Martinet volvió a Francia en 1719. A partir de entonces la protección de aquellas costas pasaba a manos exclusivamente españolas, cuyas autoridades en la materia eran el virrey del Perú, Urdinzu y Lezo.

 

Es durante estos años en el Pacífico cuando don Blas encuentra el amor de su vida y contrae matrimonio con doña Josefa Mónica Pacheco Bustios el 5 de mayo de 1725. El acto tuvo lugar en el pueblo de Magdalena del Mar, de la jurisdicción de Lima (Perú). Don Blas, que tenía entonces 36 años, y doña Josefa, de 15 primaveras (nacida el 6 de mayo de 1709, por lo que cumplía 16 al día siguiente de la boda), se casaron en la casa del doctor Tomás de Salazar, tío y tutor de la novia, y ofició el matrimonio el arzobispo de Lima, Diego Morcillo Rubio de Auñón, quien había desempeñado el cargo de virrey del Perú en dos ocasiones.

Por su matrimonio con la peruana de ascendencia española, doña Josefa Mónica Pacheco Bustios, enlazó con las élites de diversos lugares de Hispanoamérica y de España, cuyo origen se encontraba en las provincias de Salamanca y Ávila, y en este país dejó su descendencia, que enlazó también con la más alta sociedad del momento, sin dejar nunca de estar ligados a las pequeñas localidades guipuzcoanas de origen, Lezo y Pasajes, adonde viajaban y mantenían propiedades.

Don Blas de Lezo y Olavarrieta. Estudio genealógico e historia familiar. María Inés Olaran Múgica. Máster en Derecho Nobiliario y Premial, Heráldica y Genealogía. UNED, España. 2009.

Doña Josefa era originaria del valle de Locumba, en Perú, donde su familia tenía propiedades y formaban parte de la nobleza local. Era hija única y huérfana de madre, que había muerto a los pocos meses de nacer ella, así como huérfana de padre, que había muerto cuando ella estaba cerca de cumplir 6 años. Por tanto, doña Josefa era heredera única. Fue criada y educada en casa de una tía suya hasta que esta falleció. Entonces don Tomás de Salazar, catedrático de la universidad de San Marcos, se hizo cargo de Josefa hasta que se casó con don Blas de Lezo. Se instalaron en una casa en Lima y lo más probable es que la acomodada familia de doña Josefa corriera con el gasto de la adquisición.


Al año siguiente de contraer matrimonio nacería (el 1 de junio de 1726) su hijo primogénito, llamado Blas Fernando de Lezo y Pacheco. El 2 de mayo de 1728 nacería la primera hija, Josefa Atanasia. El resto de hijos del matrimonio (tuvieron 7 en total) nacería posteriormente en España: Cayetano Tomás, Pedro Antonio, Agustina Antonia, Eduvigis Antonia e Ignacia Antonia (esta última no llegaría a conocer a su padre).

 

La herencia de su mujer fue para don Blas motivo de algunos pleitos a partir de 1729. Las disputas se debían a la posesión de propiedades en las provincias de Salamanca y Ávila, los mayorazgos de Pitiegua, Cañal y Ovieco, los cuales producían rentas (en dinero y en grano). Los litigios se resolverían años después a favor de don Blas de Lezo y Olavarrieta (para entonces el matrimonio Lezo-Pacheco se encontraba viviendo en El Puerto de Santa María y don Blas estaba próximo a ser destinado a Cartagena de Indias). Tras este pequeño salto cronológico, volvamos a las costas españolas en el Pacífico sur.

 

Sin haber sido nombrado oficialmente comandante de Armada española en aquellas aguas, pero habiendo sido relevado Urdinzu del mando, Lezo estaba ejerciendo, de facto, como general de la escuadra de los Mares del Sur desde el 16 febrero de 1723 por falta de su jefes. El primer cometido que tuvo que afrontar era hacer la escuadra perfectamente operativa   (tuvo que desguazar la fragata La Péllerin por el lamentable estado en que se encontraba). Para tener una escuadra en condiciones necesitaba barcos y, dado que no tenía otros medios, debía conseguirlos mediante capturas. Pero en esta ocasión le sonrió la fortuna: se construyeron dos nuevos barcos por parte de los comerciantes peruanos en pago por lo que adeudaban a la Hacienda española.

Mapa del Perú hacia 1750, del cartógrafo Emanuel Bowen

Con su pequeña escuadra, Lezo navegó las costas de Chile y Perú cumpliendo la misión de limpiar aquellas aguas de piratas y contrabandistas. Una de sus primeras acciones fue la captura del buque inglés Prince Frederick al que confiscó 2.000.000 de pesos. Otra acción de Lezo, valerosa, fue enfrentarse a un grupo de cuatro barcos anglo-holandeses y, aunque él estaba en desventaja, puso proa a ellos con la intención de abordar, pero el enemigo reacciona frustrando el intento; Lezo responde concentrando el fuego en un combate durante ocho horas contra la embarcación enemiga más grande, el Vlissingen (58 cañones), con resultado de apresamiento del buque holandés, desarbolado y muy castigado,  y la huida del resto de enemigos, uno de ellos con graves daños. En una nueva acción se lanza sobre seis navíos ingleses, rindiendo a todos ellos y uniendo tres a su escuadra.


Otra de sus acciones fue buscar afanosamente a unos corsarios que se habían escondido en el archipiélago de Juan Fernández, encontrándoles y derrotándoles finalmente.

 

Así Lezo consigue formar una escuadra con los efectivos imprescindibles, más numerosos que cuando se hizo cargo de ella, convenientes para proteger los Mares del Sur. Los buques que capturaba que estuvieran en mejor estado los reparaba y sustituía así a los suyos más viejos y averiados. Por aquellas aguas resuena la expresión invencible almirante Pata de Palo. Gracias a Lezo la presencia naval española se va imponiendo en aquellos mares, cuyo control proporciona seguridad a la navegación e ingresos a la Real Hacienda. Pero a pesar del esfuerzo y de los éxitos conseguidos, era tarea imposible completar la reorganización de la Armada de los Mares del Sur porque seguían faltando unidades y tripulaciones suficientes, además de que no se contaba con los medios económicos necesarios para mejorar las dotaciones.

 

El nuevo virrey, José de Armendáriz, marqués de Castelfuerte, considera demasiado oneroso el mantenimiento de la escuadra, en palabras de Lezo "con el especioso motivo del ahorro de la Real Hacienda y de las estrecheces de ella". Quiso desmontar la obra de Lezo ordenando su desmantelamiento parcial, lo que provocó las contundentes quejas del marino contra las "irregularidades, agravios y ultrajes que he experimentado de los airados efectos de la extremada destemplanza y encono del señor virrey de estos Reinos contra mi persona y puesto", según escribió al ministro José Patiño. Y es que, debido al éxito de Lezo en las capturas de piratas, la cantidad de buques españoles crecía más y más, y Armendáriz creyó necesario reducir costes de mantenimiento, como se ha dicho, desmantelando parte de la flota, a lo que Lezo se oponía pues había conseguido una fuerza naval disuasoria contra los piratas. El virrey llegó a bloquear las pagas de don Blas, cuya vida se tornó insostenible en esas condiciones. Además, el virrey pretende colocar en esta flota a familiares y amigos. Hay que entender que en la práctica, en lejanía de la península, a menudo los virreyes imponían sus deseos aunque obedecieran al rey. Esto provocaría definitivo desencuentro con Lezo. El marino, basándose en una vieja ley de 1623, de los tiempos del rey Felipe III, instaba a que los cargos fuesen ocupados únicamente por personas de suficiente idoneidad. Y, por si fuera poco, dado que Lezo había cuestionado la valía de sus “enchufados”, el virrey sometió al marino a un juicio acusándole de incompetencia en las labores asignadas. Para Lezo era imposible luchar contra el poder del virrey quien, además de desprestigiarlo, le recordaba que no había sido nombrado oficialmente como comandante de la Armada de los Mares del Sur, lo cual era cierto.

 

Amargada su vida por Armendáriz y tratado agria e ingratamente, afectado en su salud y en su moral, Lezo deseaba profundamente ser relevado, retirarse del servicio y volver a España, lo que solicitó al ministro de Marina, José Patiño, escribiéndole que accediera a ello por  “estos motivos y principalmente hallarme muy quebrantado y necesitado de solicitar algún descanso para mi mujer e hijos en orden a que su real clemencia conceda licencia para volverme a España y retirarme a mi tierra a criar mis hijos y cuidar y establecer mi familia con los pobres terrones de mi casa, pues ni siquiera el sueldo de comandante me es suficiente para mi manutención  [ … ]  además de que en lo que va corrido se me deben muchos pesos, aparte de los desaires y pesadumbres que aquí experimento”.

 

Muy mal debía sentirse Don Blas para retirarse y así renunciar a ser el gran marino que siempre ambicionó ser, alejándose así del mar y de los navíos, eran la razón de su vida.

 

Lezo permaneció en aquellas aguas hasta el año 1930 cuando fue llamado a España por orden del rey. Patiño sabía muy bien de las necesidades de la marina española y conocía la valía de don Blas, por lo que no estaba dispuesto a prescindir de tan valioso marino. Y así, Patiño no accedió a la renuncia de Lezo pero lo hizo trasladarse a la península. Durante los años que había prestado servicio desde las aguas de Centroamérica hasta el estrecho de Magallanes, Lezo había capturado seis navíos, de los que tres se agregaron a la Armada, así como limpió la zona de piratas y contrabandistas con sus embarcaciones correspondientes. El valor de lo confiscado se estima cercano a los 4.000.000 de pesos.

 

(Pulsar en las imágenes para ampliarlas)

 

Sevilla en el siglo XVIII. Grabado anónimo 

Cuando, gracias a su suegro, dispuso del dinero necesario para costear los pasajes para él y su familia pudo viajar a Cádiz. Al llegar a España se dirigió muy pronto a Sevilla, pues allí le informaron que estaba la Corte. Pudo allí explicar las vicisitudes y hechos acaecidos durante sus años en los Mares del Sur. Se le recompensaron los numerosos y valiosos servicios prestados promoviéndole a jefe de escuadra con carácter retroactivo a febrero de 1723 cuando se había hecho cargo del mando en aquellas aguas. También se le reconocen los atrasos (7 años había estado sin cobrar sus sueldos). Todo ello gracias a la intercesión del ministro de Marina José Patiño, que no dudaba de la necesidad que tenía la Armada española de contar con gente como Lezo.


Los atrasos reconocidos debía abonarlos el virrey del Perú, pero este se no los hacía efectivos. Intervino el propio rey Felipe V, quien insta al virrey Armendáriz en estos términos: “He tenido a bien condescender con su instancia y en su conformidad os ordeno y mando que luego, que se presente el expresado Don Blas de Lezo representando en este Despacho, deis orden a los oficiales reales de esa Ciudad para que de cualesquiera maneras que hubieren o entraren en las cajas de su cargo le den y paguen sin embargo de cualesquiera órdenes”. Armendáriz, alegando que no había dinero con qué pagarle, sigue retrasando los pagos adeudados, y así estuvo hasta que el rey, años después, volvió a dirigirse a él ordenándole nuevamente el pago, a lo que, por fin, accedió el virrey del Perú a finales de 1736. Es decir, a principios de 1737 don Blas pudo cobrar las pagas acumuladas que se le debían desde 1723 y mientras no las cobró la Real Hacienda tuvo que socorrerlo.

 

Tristísimo para un marino completamente entregado en el servicio a la Corona.

 

Desde su regreso a la península fue destinado a Cádiz. Sirvió en la escuadra del teniente general Esteban de Mari, marqués de Mari, escuadra asignada al Mediterráneo. Navegó de España a las costas italianas para trasladar al infante don Carlos a Italia para hacerse cargo de los estados a él asignados. Recibe el mando de la escuadra del Mediterráneo.

 

En reconocimiento por sus excelentes servicios, por su jerarquía, valía y mando, se le otorga la jefatura de la escuadra del Mediterráneo el 3 de noviembre de 1731, lo que conlleva que Blas de Lezo portase bandera distintiva en el navío Real Familia (60). El navío fue botado en La Carraca poco después, en diciembre de 1731. La insignia sería una bandera morada en cuyo centro tendría el escudo de armas de Felipe V, alrededor del cual estaría la máxima condecoración de Francia, las órdenes del Espíritu Santo y del Toisón de Oro alrededor, y en los extremos llevaría cuatro anclas.

 

Sin duda, un honor para Lezo y un gesto de reconocimiento a su años de entrega y sacrificio.

 

Bandera de la escuadra del Mediterráneo en 1731 cuyo comandante era Blas de Lezo.

Sobre la bandera, documento manuscrito original de José Patiño firmado el 28 de diciembre de 1731 en el que se señala el distintivo que debía desplegarse en la nave capitana de Lezo, el navío Real Familia.

La voluntad renovadora del ministro José Patiñó había creado tres departamentos marítimos en El Ferrol, Cádiz y Cartagena. La jurisdicción y mando sobre la costa de cada departamento recaía sobre el comandante e intendente generales y su escuadra respectiva. Cada escuadra portaba la bandera distintiva en popa y el resto de buques llevaban banderas diferentes según el departamento al que pertenecían.

Publicaciones de Cátedra de Historia Naval (enero 2014)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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