LA GUERRA DEL ASIENTO

 

 

Capítulo aparte merece con toda justicia el navío Glorioso, pues con un nombre tan apropiado pocas veces ha sido bautizado un navío que prefirió morir de sus heridas antes que ser infiel a su capitán. Vamos a hablar, amigos, de una hazaña única sucedida en una época en la que el honor de un navío y del capitán tenía más significado que su propia vida.

 

Iniciada ya la Guerra del Asiento estaban cercanas a su término las obras en La Habana de un navío de dos puentes y 70 cañones al cual el destino le reservaría una serie de combates que conformarán uno de los episodios más memorables de toda la  historia naval española. Y fue en otoño de 1740 cuando concluyeron las obras del navío, construído por Pedro Acosta. El Glorioso realizó diversos servicios desde su botadura pero lo que nos importa aquí es la gesta que llevó a cabo en 1747, en los coletazos finales de la guerra contra los británicos, la cual terminó al año siguiente con la firma del Tratado de Aquisgrán de 1748.

 

(Pulsar en las imágenes para ampliarlas)

Retrato de don Pedro Mesía de la Cerda y de los Ríos

Museo Naval de Madrid

El navío zarpa de Veracruz el 28 de mayo de 1747, entrando en La Habana, de donde zarpó a finales de junio. Se inicia aquí lo que se conoce como La Carrera del Glorioso. O, también, La Gesta del Glorioso. El navío tenía como misión navegar hasta la península trayendo caudales y productos de comercio. Los caudales ascendían a cuatro millones de pesos en monedas de plata. Es sabido que en aquellos años cualquier buque español que viniera de América era un bombón muy apetecible. Y en esta ocasión el Glorioso, más que un bombón, era un pastel completo.

 

Su comandante era el entonces capitán de navío (por ascenso en 1745) don Pedro Mesía de la Cerda, II marqués de la Vega de Armijo, siendo su segundo al mando el capitán de fragata don José de Rojas Recaño. Sin novedad llega a La Habana y del puerto cubano parte a finales de junio rumbo a España llevando el Glorioso en su bodega la preciosa mercancía.

 

El capitán Pedro Mesía era cordobés de nacimiento y miembro de la Orden de San Juan de Jerusalén. Contaba entonces con 47 años. En este destino al mando del Glorioso era ya un veterano de campañas navales como la expedición a Cerdeña, la de Cabo Passaro y la muy agraciada del año 1719 en el Cabo de San Vicente. También estuvo en la expedición a Orán y en otros viajes y comisiones por las aguas de América. Un capitán experimentado.


La mayor parte de la travesía atlántica se efectuó sin incidentes de mención. Pero ahora empieza la épica. El 25 de julio de 1747, navegando cercano a la Isla Flores, del archipiélago de Azores, se avista por el ENE (este noreste), a través de una ligera niebla, un convoy inglés compuesto por 13 embarcaciones que están siendo escoltadas por un navío, una fragata y un bergantín. La superioridad de fuego inglesa era obvia y la intención del Glorioso era cumplir su misión: llevar a puerto español el contenido de sus bodegas, así que intenta alejarse de los buques enemigos.

Y las intenciones de los ingleses, para variar, eran apoderarse de las riquezas españolas. Vieron un único navío español, solitario, sin posibilidad de recibir socorro, que iría hasta los topes de tesoros. Ya estaban tardando en darle caza. Así que los buques escolta ingleses abandonaron su formación e iniciaron la persecución al Glorioso.

El Glorioso no pudo evitarlos a pesar de las maniobras de don Pedro Mesía para mantener el navío a barlovento y continuar navegando ciñendo el viento para cumplir su misión de llegar a la península. No hay otra: zafarrancho de combate.

Pero los ingleses no sabían quién era Pedro Mesía.

 

Así que vamos a comprobar que el Glorioso no sólo tenía dos puentes y 70 cañones sino también agallas para aburrir. O mejor dicho: lo comprobarían los ingleses.

Primero se le acercó el bergantín a bastante distancia por la aleta de estribor. Estuvo cañoneándole desde posición ventajosa, casi a popa del navío español, pero sin eficacia. Don Pedro Mesía decidió mover cuatro cañones de las bordas a popa para repeler al bergantín. Este bergantín daba señales a sus compañeros, que se mantenían a mayor distancia. Se entabla un cañoneo a distancia. La táctica inglesa es fácil de entender: el bergantín cañonea, entorpece y ralentiza al Glorioso, se envía a la fragata, dadas su mayor velocidad y maniobrabilidad, para que cañonee al navío español con el fin de causarle daños en aparejo, disminuyendo de esta forma su velocidad, lo que proporciona tiempo al navío inglés a acercarse al Glorioso y combatirlo con ventaja.

 

El Glorioso (izquierda) combate con el navío Warwick, ya medio desmantelado y, al fondo, la fragata Lark.

Pintura de Carlos Parrilla

Pero las cuentas no iban a salir según lo previsto por los ingleses.

 

A media mañana la fragata y el navío inglés habían acortado distancia con el navío español. A las 14:00 horas sobrevino un chubasco. Los ingleses estaban posicionándose a distancia de tiro para el combate. Casi no había viento. Hacia las nueve de la noche se entabla combate con la fragata inglesa. Esa noche hubo luna llena, por lo que aún de noche se combatió con la suficiente claridad para apuntar los cañones. 

 

Don Pedro Mesía ordena mostrar la banda de estribor a la fragata enemiga para repeler el ataque. Los ingleses se aprestaron a colocarse en posición adecuada pero el Glorioso disparó con contundencia.

 

Más tarde, a las dos de la madrugada, se acercó el navío Warwick.


El capitán Mesía ordena virada en redondo para combatir al navío inglés a distancia de tiro de pistola. No cesó el navío español de combatir durante la noche navegando por delante del inglés, tratando de conservar el barlovento, cañoneándo con eficacia y minimizando los disparos recibidos. A las tres de la madrugada el Glorioso había desmantelado al navío Warwick (60 cañones), navío que estaba mortalmente herido, y a la fragata Lark (44 cañones), como el capitán Mesía pudo comprobar al llegar la luz de la madrugada. El bergantín, que era de 20 cañones, se había alejado previamente de la acción. El navío inglés se batía en retirada haciendo señales a la fragata para que acudiese en su ayuda.

 

Quizás el capitán Mesía pudo haber decidido rematar al Warwick, pero en el combate el Glorioso había encajado daños en el aparejo, teniendo balazos en los palos y las velas estropeadas, por lo que no podía maniobrar y perseguir al enemigo en condiciones, además de que don Pedro Mesía desconocía si por las proximidades navegaban o no más buques ingleses. Así que lo más prudente era continuar la misión que tenía encomendada y continuar hacia la península. Los carpinteros y calafates a bordo trabajaron para taponar los balazos en la línea de flotación con los medios disponibles en el navío (tenía cuatro balazos en la línea de flotación).

En el combate en desventaja contra fuerzas superiores sólo había tenido que lamentar la muerte de 3 marineros y 2 pasajeros. Los heridos fueron 41. Así lo explica el informe posterior de don Pedro Mesía de la Cerda:

“Los muertos que he tenido durante la función han sido tres hombres de mar y dos pasajeros llamados don Pedro Ignacio de Urquina y Juan Pérez Veas; heridos leves 1º y 2º condestables; de la brigada infantería, han sido diez, pero solo uno de cuidado, los demás leves; artilleros, marineros y grumetes veintinueve, de los que seis son graves y los demás de muy poco cuidado. Se han disparado 406 cañonazos de a 24; 420 de a 18; 180 de  a 8; 4400 cartuchos de fusil”.

Cuando a Inglaterra se supo que un solitario buque español rechazara victoriosamente y con tanta contundencia a una fuerza muy superior cayó esta noticia como un jarro de agua fría en el Almirantazgo, siendo sumariado el comandante del Warwick y jefe del convoy, capitán John Crookshanks, quien fue declarado culpable y expulsado de la Royal Navy.

 

Pero este no era sino el comienzo de la serie de desgracias que el buque español iba a causar a sus enemigos durante su travesía.

El Glorioso, a pesar de los daños en arboladura y casco ya mencionados, continua navegando hacia España, rumbo a la costa gallega. El cargamento era tan importante y las vidas de los embarcados estaban tan en peligro que toda la tripulación trabajó como uno solo en las reparaciones más precisas al navío, sin apenas horas de descanso y suspirando por divisar cuanto antes las costas españolas.

 

Una espesa niebla sorprendió al navío a principios de agosto, retrasando su marcha.

 

En la amanecida del 14 de agosto, encontrándose a 10 leguas del cabo Finisterre, el capitán Mesía observa que a lo lejos se le acercan tres buques pertenecientes a la escuadra del almirante John Byng, que entonces patrullaba por aquellas aguas y por las costas de sus amigos portugueses. Se trata del navío Oxford (60), la fragata Shoreham (24) y el bergantín Falcon (14).

 

El navío español esta vez no solo vuelve a estar en clara inferioridad numérica sino que también está mermado por las averías del anterior combate, pero nuevamente ha de luchar contra los ingleses; estos intentan darle caza y usan la misma táctica del combate anterior pero al revés: primero ataca el navío y luego la fragata y el bergantín. Después de tres horas de cañoneo, una auténtica lluvia de fuego sobre el buque español, el navío inglés tiene que retirarse por los graves daños sufridos en el combate y ni la fragata ni el bergantín lograron impedir que el Glorioso continuase su viaje hacia puerto español. Todo el esfuerzo inglés fue en vano. En definitiva, los ingleses son rechazados tras haber sido baqueteados. El Glorioso, por su parte, perdió el bauprés y encajó otros daños. Necesitaría sus buenas reparaciones cuando, por fin, llegase a puerto español, hacia el que se dirigió aún con las velas agujereadas.

En esta ocasión los capitanes ingleses implicados en el enfrentamiento, al igual que sus compatriotas del primer combate anterior con el Glorioso, también fueron sumariados cuando la noticia del fracaso llegó al Almirantazgo, siendo declarados culpables de negligencia y de dejar escapar un navío a pesar de la manifiesta superioridad. Fueron expulsados de la Royal Navy.

 

Finalmente, tras haberse enfrentado en soledad y en desventaja a seis barcos ingleses en dos ocasiones, el Glorioso  consigue aproximarse a Finisterre y entrar el día 15 de agosto de 1747 en el puerto de Corcubión, cerca de La Coruña, y en ese puerto desembarca los caudales y las mercancías el día 16, cumpliendo su misión con pleno éxito.

La Ría de Corcubión en la actualidad.

Al fondo, la bella población gallega.


Cabe imaginar las felicitaciones y parabienes que recibió don Pedro Mesía por cumplir tan denodadamente la misión venciendo por el camino a dos agrupaciones muy superiores.

 

También hay que hacer recuento de daños. Habían fallecido cinco marineros y otros 44 se encontraban heridos. En cuanto al buque, precisaba con urgencia numerosas reparaciones en casco, jarcia y vergas. La popa estaba enormemente dañada. Además, el Glorioso necesitaba un nuevo bauprés.

La tripulación, optimista y orgullosa, inicia las labores de reparación. No en vano habían vencido a los ingleses en dos batallas singulares partiendo de clara desventaja estratégica y material. Pero en Corcubión no pueden hacerse todas las reparaciones precisas por carecerse de arsenal y sólo reparan como pueden lo más imprescindible para mantener el barco a flote y que, al menos, navegase. Así que de Corcubión zarpa nuevamente el 10 de octubre pretendiendo ir a El Ferrol, puerto dotado de arsenal adecuado, pero al que fuertes vientos contrarios mantenidos durante días le impiden acercarse, además de dañar el aparejo del navío. Ante el problema, don Pedro Mesía ordena dirigirse a Cádiz. Para ello decide navegar alejado de la costa portuguesa para evitar un nuevo encuentro con barcos ingleses.

 

(Pulsar en las imágenes para ampliarlas)

Durante días navega sin contratiempos, pero el 17 de octubre, a la altura del cabo San Vicente, se encuentra con 10 velas enemigas. Había cuatro fragatas al mando del comodoro George Walker. A la agrupación de estas cuatro fragatas se le ha venido en apodar "Royal Family" debido a sus nombres, pues entre ellas había un rey, un príncipe, una princesa y un duque: eran King George, Prince Frederick, Princess Amelia y Duke. Entre las cuatro sumaban 120 cañones, y eran corsarias.

 

Otros comandantes, dado el estado del navío y su apabullante inferioridad, se hubieran dado por satisfechos con lo conseguido, que era mucho y, tras una resistencia simbólica, hubieran arriado la bandera, sin que nadie se lo hubiera recriminado en exceso.

Imagen del cabo de San Vicente (Algarve portugués) en la actualidad


Pero don Pedro Mesía tenía otra idea y decidió luchar hasta el fin en un combate que tiene pocos paralelos en la historia naval. Como quedó dicho al inicio de este capítulo, estamos hablando de un sentimiento del honor muy diferente al que tenemos hoy día. Hablamos de que la entrega de la bandera de un navío sin ofrecer resistencia era una suprema cobardía que suponía gravísimas acusaciones en un consejo de guerra. Y el capitán Mesía no era de los que salvaban el honor con una resistencia simbólica.

 

Dos fragatas se acercan al buque español, King George y Prince Frederick. El capitán Mesía no tiene del todo claras las intenciones de estos dos buque porque nadie ha enseñado la bandera. Hay poco viento. Calma chicha.

 

Mesía tiene al Glorioso a distancia de tiro de fusil. Y espera un indicio que le muestre las intenciones de sus oponentes. Para forzarlo abre sus baterías inferiores. No obtiene respuesta.

 

Termina la calma y se levanta el viento. Pedro Mesía decide aprovecharlo para zafarse y seguir navegando rumbo a Cádiz.

 

Las dos fragatas inician la persecución y, finalmente, dan caza al Glorioso. Hacia las 8 de la mañana los corsarios, en lengua portuguesa, preguntan al buque español por su nacionalidad. Como nadie responde, lo vuelven a preguntar en perfecto inglés. Han descubierto sus cartas.

 

El Glorioso dispara una andanada y comienza el combate con la King George (a la sazón insignia de la agrupación inglesa) que aguantó tres horas el castigo del navío español. Cuando acabó el combate, la fragata inglesa estaba prácticamente despedazada. Se acerca la Prince Frederick, que anteriormente había combatido simultáneamente con la King George, pero el español trató de continuar navegando rumbo a Cádiz y evitarla, actitud del Glorioso que envalentonó a los británicos, de manera que también se acercó la Duke. A las 7 de la tarde continúan combate. A las 10 de la noche, a las fragatas inglesas aún les había sido imposible capturar al Glorioso.

 

Para valorar la hazaña de don Pedro Mesía y su tripulación no olvide el lector que el navío español navegaba desde su salida de Corcubión con importantes daños que necesitaba reparar y cada combate le producía cada vez más averías y, aun así, el Glorioso era capaz de rechazar una y otra vez los ataques ingleses y seguir navegando.

 

(Pulsar en las imágenes para ampliarlas)

 

Grabado de John Boydell fechado en 1753.

La escena muestra, en primer término, a la fragata King George que queda rezagada por los destrozos causados por su encuentro con el Glorioso, que vemos en el extremo derecho, el cual, mientras se cañonea con otra fragata inglesa a la que también está causándole graves averías, sigue intentando dejar atrás a la jauría de fragatas que intentan darle caza. Al fondo, borrosamente, se observa la llegada de más buques ingleses.

Los Angeles County Museum of Art

Al amanecer del día siguiente, 18 de octubre, de repente aparecen por el horizonte nuevos buques pertenecientes a la escuadra del almirante John Byng, que tratan de dar caza al baqueteado Glorioso. Esto se estaba convirtiendo en algo muy del gusto british: una jauría de perros tratando de cazar al zorro. El Glorioso intenta burlar la caza, pero finalmente, tras la persecución no puede zafarse de ellos y varios buques ingleses alcanzan el navío español. ¿Qué debieron sentir en sus corazones los marineros españoles ante la visión de un nuevo combate?

 

No había otra opción que volver a hacerlo, esta vez contra el navío Russell (80), el navío Darmouth (50) y 2 fragatas. Hay quien afirma que el Russell era de 92 cañones. En cualquier caso era de tres puentes. Vienen dispuestos a acabar de una vez por todas con el coriáceo e indomable navío español.

 

Se entabla combate. El Darmouth es alcanzado de lleno, una bala penetra en la santabárbara y el navío estalla, quedando completamente destrozado. Sus restos se hunden en llamas. Se salvaron sólo 14 hombres de su tripulación (otros indican 18). Murieron 314.


 

Combate del navío Glorioso con el navío Darmouth.

 

Se observa que el Glorioso, a la izquierda, está castigando severamente al navío inglés, a la derecha, al que se le aprecia muy dañado en su jarcia, sin el palo trinquete y con el bauprés roto.

 

Obra de Ángel Cortellini Sánchez. Pintado en 1891. Museo Naval de Madrid.

En las cubiertas de los demás buques ingleses reina la consternación, pues tristísima victoria iba a ser aquella que tanto había costado ya. Consternación y también sorpresa ante la pericia y bravura de los marineros españoles. Deciden continuar acosando al Glorioso. Ahora lo hacen con sentimiento mezclado de admiración y temor.

 

Don Pedro Mesía trata sobre la marcha de hacer reparaciones de urgencia en su navío para seguir navegando. Pone nuevamente rumbo a Cádiz. Muy cerca de las 12 de la noche, aún en el mismo día 18, los británicos le alcanzan de nuevo y se entabla otro combate. Imaginen la escena: de noche, con los fogonazos de los cañones iluminando la oscuridad y los gritos de los heridos rompiendo los rugidos del mar.

 

El navío Russell le ataca por el costado mientras que dos fragatas le cañonean por popa. Como era de esperar, Pedro Mesía no rinde el navío. El Glorioso, rodeado y pese a estar acribillado después de tantos combates, estuvo luchando nada menos que hasta las 6 de la mañana del día siguiente, 19 de octubre.


Combate del Glorioso, a la izquierda en primer término, con el navío Rusell, en primer término a la derecha. En el extremo izquierdo se observan los restos del navío Darmouth hundiéndose en llamas. A la derecha una fragata rezagada (posiblemente la Prince Frederick) y con graves averías tras su encontronazo con el navío español. En el centro, más alejadas, dos fragatas que se unen a la cacería del jabato español.

Pintura de autor desconocido. National Maritime Museum, Greenwich, Londres

 

Hacía horas que los ingleses se preguntaban cómo era posible que un navío tan destartalado pudiera mantenerse a flote y cómo una tripulación, que debía estar fatigada en extremo, fuese capaz de responder a su fuego artillero.

 

Pero este combate ya era demasiado incluso para el Glorioso

 

Tras combatir fieramente, como había sido su costumbre, con el navío en situación lastimosa, el capitán Mesía reunió a los oficiales y, admitiendo que la tripulación había hecho todo lo humanamente posible, no tuvo más remedio que rendirse.

 

Pero, atentos: el Glorioso sólo se rindió tras haber consumido todas sus municiones y por tanto ya no podía realizar ningún disparo más. En esos momentos corría el riesgo de hundirse por la gran cantidad de balazos en la línea de flotación y su aparejo había desaparecido. A bordo tenía 33 muertos y 130 heridos.

 

Remarco con otras palabras: tras haberse enfrentado a cuatro navíos, siete fragatas y dos bergantines, el Glorioso se rindió después de cuatro combates porque ya de ninguna manera podía ni navegar ni disparar contra sus enemigos tras haber salido victorioso de todos los combates anteriores aún estando en inferioridad.

 

Los ingleses se llevaron una sorpresa cuando supieron que el verdadero motivo de la rendición del Glorioso no había sido ni las vías de agua ni el número de tripulantes muertos.

 

Capturar un maltrecho navío español de dos puentes los ingleses necesitaron dos escuadras y  les había costado uno de sus buques de igual porte con toda su dotación, graves dañs en otros dos del mismo porte y notables averías en otro navío de tres puentes, por no hablar de las fragatas. Como no era una novedad, el navío español era superior en desplazamiento, robustez, dotación y peso de andanada a todos sus contendientes, excepto al último, un poderoso navío de tres puentes, pero eso no mengua en nada el valor y la destreza con que combatió.

 

 

Grabado inglés que representa al Glorioso desarbolado tras su captura por el navío Rusell comandado por el capitán Buckle.

La gesta del Glorioso fue tan extraordinaria que los mismos ingleses, a pesar de haber sido zurrados de lo lindo por el navío español, dejaron noticias de ella.

 

 


Justo es reconocer que en esta ocasión los ingleses supieron admirar el valor y la valentía de la tripulación del Glorioso; por ello a los españoles, aunque prisioneros, no les faltaron los elogios. Tras ser liberado, por sus merecimientos, su sabiduría marinera y el heroísmo demostrado, don Pedro Mesía de la Cerda sería ascendido a jefe de escuadra. Con el tiempo, llegaría a ser teniente general y virrey. Moriría en 1783.

 

Tiempo después, la Real Armada decidió perpetuar la memoria de esta navío dándole el mismo nombre a otro que se construiría en El Ferrol en 1755.

 

 

 

 

 

 

Remolcaron los ingleses al maltrecho navío español a Lisboa. Su intención con tan fortísimo navío era integrarlo en la Royal Navy. De nada les sirvió, ni el casco pudieron aprovechar, pues por sus gravísimos daños, irreparables, tuvo que ser desguazado ya que no se podía hacer otra cosa con él y se hundió.

 

Y cuando, tras haberlo capturado en su último rebuscaron ávidamente en el interior del navío se llevaron la sorpresa de que no estaban en sus bodegas ni los preciados caudales ni las mercancías americanas. Esto, quizás, fue lo que más dolió a los british.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



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Comentarios: 18
  • #1

    Alejandro (lunes, 11 agosto 2014)

    Interesante historia. No se si existe otro barco en la historia de la Armada Española con semejante historial de combate.

  • #2

    MISANDRO (sábado, 27 diciembre 2014 19:58)

    ¡POR NEPTUNO!, MAESTRO ROMERO LANDA, QUE VUESTRAS LETRAS ME HAN ERIZADO EL VELLO. A ESTE PASO VAIS A MANDAR A PÉREZ REVERTE A LAS COLAS DEL INEM.
    MENUDA AVENTURA. POR MI PARTE. POBRE E IGNORANTE PECADOR, DEBO CONFESAR QUE DESCONOCÍA LA HAZAÑA. QUÉ PAÍS EL NUESTRO QUE NO RINDE HOMENAJE A ESTOS HÉROES Y TALES HAZAÑAS Y LAS SEPULTAEN EL OLVIDO.
    MUCHAS GRACIAS, AMIGO MÍO, POR DISIPAR CON TAN ELEVADA MINERVA LAS ESPESAS BRUMAS DE MI IGNORANCIA. EL RELATO ES IMPRESIONANTE.Y AUNQUE AL FINAL SE PERDIÓ EL BARCO, LA PÍRRICA VICTORIA DE LA PÉRFIDA SABE A GLORIA, Y A GLORIOSO. QUE LES DEN A LOS MÁLDITOS HIJOS DE LOS NORTEÑOS FRÍOS, QUE YA PAGAN SUS TROPELÍAS EN LAS CALDERAS DE POR ALLÁ ABAJO.
    ADEMÁS, ME PLACE SOBREMANERA QUE LOS TITANES QUE PROTAGONIZARON LA HAZAÑA, CON DON PEDRO A LA CABEZA, NO CONOCIERON A INGRATITUD NI LA MISERIA DE SUS COMPATRIOTAS EN AQUELLOS DÍAS. RESPECTO A LO QUE OCURRE HOGAÑO, MEJOR NO HABLAR.
    ALZO MI COPA EN HOMENAJE Y MEMORIA A LA GESTA DEL HOMÉRICO GLORIOSO Y SU VALIENTE Y ESFORZADA TRIPULACIÓN. Y TAMBIÉN BRINDO POR QUIENES DAN A CONOCER TAL GLORIA, PUES MERECEN PARTE DE ELLA.
    UN FUERTE ABRAZO, DON JOSÉ. QUEDA HUMILDEMENTE A SUS PIES,

    M...

  • #3

    Manuel (jueves, 08 enero 2015 15:15)

    Fantástico y quizás único en toda la historia.

  • #4

    MIGUEL MOYA (martes, 28 julio 2015 12:53)

    Impresionante, sí. Posiblemente haya más como esta, pasadas al olvido de nuestra historia.
    Por suerte alguien de vez en cuando rescata de ese olvido estas historias. Y si son contadas con todo el rigor histórico documentadas, mejor que mejor. Hablo del Sr Agustín Pacheco Fernández, acaba de sacar un libro que habla de esta gesta. Aun no lo he leído, pero por lo que me explico cuando conversé con él del libro seguro me gustará. Tenéis referencias de como comprar el libro directamente a él en este enlace. No sé si es correcto ponerlo aquí,
    http://www.todoababor.es/historia/novedad-editorial-el-glorioso-de-agustin-pacheco/

  • #5

    José Antonio (miércoles, 26 agosto 2015 10:27)

    Como dice Miguel, teneis que leer el libro de Agustin Pacheco, lo he leido y es muy interesante pues descubre datos que os van a sorprender sobre este navio español, tan olvidado por nuestros politicos y gobernantes como siempre a lo largo de nuestra historia.Saludos a todos.

  • #6

    nostramo (martes, 06 octubre 2015 16:23)

    Me recuerda a la hazaña del navio "San Mateo"

  • #7

    David Marin (sábado, 07 noviembre 2015 20:44)

    Magnífico libro sobre uno de los mejores navíos de guerra del Siglo XVIII. Intrepidante aventura la que nos encontramos en las páginas de este maravilloso trabajo de investigación. Con un lenguaje perfectamente entendible para los no expertos en la materia y contado de manera amena. Es todo un disfrute adentrarte en las entrañas de la historia naval de hace mas de 200 años. Gracias al autor por hacernos vibrar y disfrutar con uno de los libros que sera referente sobre el tema.

  • #8

    lolo (lunes, 09 noviembre 2015 03:31)

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  • #9

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