LA GUERRA DEL ASIENTO
His Excellency James E. Oglethorpe. Grabado de Thomas Buford, 1740.
Mueum of Early Southern Decorative Arts, Winston-Salem, EE.UU.
En La Florida, como sabemos, existía San Agustín desde que en 1565 Pedro Menéndez de Avilés fundó esta ciudad, la más antigua de los actuales EE.UU. Mucho después, en 1670, los ingleses establecieron la colonia de Charles Towne, la actualmente conocida como Charleston, en Carolina del Sur. Las hostilidades en la zona parecían olvidadas con la firma de un tratado que por parte española reconocía dicha colonia inglesa. Pero para los british el tratado estaba firmado para no cumplirlo, de manera que, aún con tratado de por medio, continuaron con su expansionismo fundando la primera colonia británica en Georgia, la ciudad de Savannah, en el año 1732, trayendo para ello un grupo de presidiarios desde Inglaterra.
Localización de San Agustín y las colonias inglesas de Charleston y Savannah.
Elaboración propia.
Cuando en 1739 estalla la Guerra del Asiento, el gobernador inglés de Georgia, general James Edward Oglethorpe, otro de los british ansiosos de entrar en guerra, decide atacar San Agustín antes de que los españoles tengan tiempo de preparar la defensa. De paso, trata mediante este conflicto de evitar un éxodo de esclavos negros hacia Florida, donde los spaniards, esos bastardos, los hacen libres. Para ello cuenta con el apoyo del gobernador de Carolina del Sur.
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Interpretación norteamericana de los soldados negros de Fort Mose
Seis fragatas, dos bergantines y algunos transportes, a las órdenes del comodoro Vicent Pearce, se preparan contra San Agustín a principios de 1740. Las tropas inglesas ascienden a 1.000 soldados y 1.200 indios. El gobernador español, Manuel de Montiano y Sopelana, sólo cuenta con seis piragüas y 1.000 hombres. Los británicos atacan en mayo el pequeño fuerte Mose, defendido por esclavos negros huidos de las posesiones inglesas e integrados libres en la milicia española. En junio ponen cerco a San Agustín, limitándose a cañonearla y esperando rendirla por hambre.
El fuerte Mose, cercano a San Agustín, fue recuperado en junio por un destacamento de 170 soldados y 80 negros e indios enviado por Montiano. Los españoles perdieron 10 hombres y tuvieron 20 heridos. Las bajas inglesas fueron más de 100 muertos y heridos.
Oglethorpe recibe noticias de la llegada de socorros españoles enviados desde La Habana con material y tropas para reforzar La Florida, así que a principios de julio pone pies en polvorosa y abandona La Florida, retirándose a Georgia en posiciones defensivas, por si acaso a los españoles se les ocurría contraatacar.
El contraataque español no vendría por tierra, como temía Oglethorpe, sino por mar. Los corsarios españoles intensificaron sus acciones atacaron numerosos puertos de las colonias inglesas capturando y destruyendo muchos buques.
Los ingleses vuelven a la carga en mayo de 1742 atacando otra vez San Agustín, pero los españoles atacan el fuerte Frederika en la isla San Simón. Una flotilla española que había sido enviada de socorro desde La Habana desembarca 2.000 hombres a pesar de la oposición de la fragata inglesa allí apostada y otras unidades menores enemigas. Los ingleses abandonan rápidamente el fuerte Frederika.
Este toma y daca, ataque y contraataque, victoria y derrota, se mantuvo varios años sin ninguna victoria clara hasta la firma de la paz en 1748. Las fronteras quedaron como estaban en 1739, San Agustín siguió imbatida y los ingleses, a pesar de su superioridad numérica en fuerzas navales y terrestres, no consiguieron nada.
No se puede olvidar el combate ocurrido el 8 de abril de 1740 a unas treinta leguas del cabo Finisterre, pues su resultado acabó siendo de una importancia tan inesperada y sorprendente para los ingleses de mediados del siglo XVIII como prácticamente desconocida para los españoles del siglo XXI.
El navío español Princesa (70), que había zarpado días antes de El Ferrol, navegaba en solitario al mando del capitán Pablo Agustín de Aguirre, cuando avista un escuadrón inglés compuesto por tres navíos: Lennox, Kent y Oxford, los tres de 70 cañones. A las 10 de la mañana comienzan los tres ingleses a perseguir al español y a pesar de que el Princesa había sufrido recientemente un temporal que le había causado daños (entre ellos, la pérdida del mastelero mayor y buena parte de la jarcia), lo que le hacía navegar disminuido de vela, los británicos no le alcanzaron sino al cabo de 2 horas.
A partir de entonces, el Princesa sostuvo un combate contra los tres enemigos. El primero en combatirle fue el Lennox que al cabo de una hora perdió dos mástiles y mucha gente, y tuvo que retirarse, dando paso al Kent. Este pretendió combatir con el español pero el Princesa hizo muy ventajosas maniobras durante horas y el inglés acabó retirándose también.
Los ingleses, que al decidir atacar a este navío pensaron que sería una captura relativamente fácil, dados los daños que ya presentaba el español por el temporal previo, se vieron ahora asombrados por la capacidad de este navío, su resistencia frente a tres buques de su mismo porte y sus excepcionales cualidades marineras. Ante el mal cariz que estaba tomando la cosa para ellos, decidieron atacar conjuntamente por la popa del español, la parte más débil. La acción de tres navíos enemigos sobre su popa hizo que a media tarde el Princesa se encontrase sin timón y desarbolado. Finalmente, el capitán del navío no tuvo más opción que rendir el buque a las diez de la noche, después de haber resistido muchas horas de combate frente a un enemigo que le triplicaba en fuerzas. En el Princesa hubo 70 muertos y 80 heridos.
El Princesa combate con navíos ingleses el 8 de abril de 1740, interpretado por el pincel de Ángel Cortellini Sánchez.
Museo Naval de Madrid
Pero esta no era una presa cualquiera. El episodio del Princesa resultó mucho más trascendente que la simple captura de un navío, como a primera vista puede parecer. El navío español, botado en Guarnizo en 1730 con las proporciones del “sistema español” o “de Gaztañeta” (ver también CAPÍTULOS 1 y 2) y construido bajo la dirección de Pedro Boyer y Cipriano Autrán, era la obra de ingeniería naval más avanzada del momento.
Plano del navío Príncipe, gemelo del Princesa, botado un año antes que este.
Museo Naval de Madrid
A los ingleses les llamó mucho la atención el comportamiento de este navío en combate, sus excelentes prestaciones, su aguante a la artillería, y su gran estabilidad.
El navío, de dos puentes, era de eslora larga en comparación con los navíos ingleses similares. Tenía también un diseño del casco tal que conseguía mayor distancia entre las portas de la primera batería y la línea de flotación, lo que le permitía utilizar los cañones de dicha batería en condiciones en las que sus oponentes no podían hacerlo.
En Portsmouth, a donde lo llevaron como presa, provocó gran admiración su tamaño y medidas, notablemente grandes para su porte, que le acercaban a un navío inglés de primera clase, de 90 o más cañones, teniendo el Princesa sólo 70.
Don José Antonio de Gaztañeta e Iturribalzaga
Blog Cátedra de Historia Naval
En el Almirantazgo inglés causó cierto desconcierto constatar que los españoles estaban más avanzados que ellos en la construcción naval. Tras estudiar las características del navío español, los británicos decidieron revisar sus métodos constructivos, modificaron sus ordenanzas navales y, en adelante, se basaron en las medidas y proporciones del Princesa para la construcción de sus navíos.
Este navío español, construido siguiendo el método del gran marino e ingeniero que fue José Antonio de Gaztañeta e Iturribalzaga, método genuino, exclusivamente español, resultó, pues, ser todo un descubrimiento y un modelo para los ingleses.
Los ingleses se inspiraron en ese método para, en adelante, construir sus navíos, entre los que estuvieron renombrados navíos como el Royal George, el Britannia y, atentos, atentos, el renombradísimo Victory, el barco de Nelson en Trafalgar muchos años después. No eran sino una copia agrandada del Princesa. Los tres navíos ingleses nombrados eran de 100 cañones y fueron botados en los años 1756 en Woolwich, 1762 en Portsmouth y 1765 en Chatham, respectivamente. La batalla de Trafalgar ocurrió en 1805.
Una vez reparado, el Princesa sirvió en la Royal Navy con el nombre de HMS Princessa. A partir de 1760 sirvió como pontón. Fue vendido en 1784, con 54 años en sus cuadernas, y posteriormente fue desguazado.
Que el sistema constructivo inglés es, en el fondo, el "sistema de Gaztañeta" o "sistema español" es algo que dudo reconozcan alguna vez los british.
Y fíjese, lector, qué cosas: mientras Jorge Juan espiaba, a partir de 1748 (terminada la Guerra del Asiento), los métodos de la construcción naval inglesa, resultó que los ingleses estaban construyendo un tipo de navío derivado del español. Y luego, a su regreso a la península, Jorge Juan trajo e instauró un sistema constructivo que se ha llamado "sistema inglés", ligeramente modificado en lo que el gran ilustrado español creyó oportuno, con el que se construirían durante años estupendos navíos españoles.
Paradojas de la Historia.
Dejemos a los ingleses estudiando el "sistema Gaztañeta" y volvamos a la Guerra del Asiento.
En el Caribe ha ocurrido un estrepitoso fracaso inglés en Cartagena de Indias. Estamos en el verano de 1741. Mientras repone fuerzas en Jamaica, Vernon se plantea tapar dicho fracaso con una gran acción exitosa que golpeara inesperadamente a los españoles.
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Decidió invadir Cuba.
Para Vernon esta grandiosa nueva campaña se convertiría en el relanzamiento definitivo de su persona.
El ataque lo realizaría en Santiago de Cuba, puerto que estaba peor defendido que La Habana, aunque en la bocana del puerto de Santiago había un castillo de considerable poderío, pero en La Habana estaban fondeados barcos españoles al mando de Torres, problema que no existía en Santiago.
Además no iba a ser un ataque naval frontal y directo, sino combinado por tierra, desembarcando a cierta distancia, hacia el este, en Guantánamo.
Castillo de San Pedro de la Roca, también llamado Castillo del Morro. Protegía la bocana de la bahía de Santiago de Cuba
Los británicos provenientes de las colonias norteamericanas se mostraron absolutamente inclinados a la invasión de Cuba porque deseaban nuevas tierras así como las riquezas que ofrecían las plantaciones de azúcar. En cambio, los británicos provenientes de Jamaica no estaban muy decididos porque Cuba les haría competencia a su propia isla y a ellos mismos por lo mismo, verbigracia, sus plantaciones azucareras. Mal empezamos.
El 11 de julio de 1741 zarpa desde Port Royal la escuadra de Vernon, compuesta esta vez de 9 navíos de línea, 3 fragatas y 9 embarcaciones menores. Además, 40 barcos transporte y una fuerza de invasión de unos 4.000 hombres. A su salida de Port Royal dejó órdenes de que una vez abastecidos tres navíos más se le unieran lo antes posible.
Una parte de la escuadra se dirigió a La Habana pero no con ánimo de atacar la plaza sino para vigilar e interceptar la posible salida de galeones con caudales y mercancías. Otra parte de la escuadra inglesa, al mando de Vernon, se aposta ante Santiago de Cuba el 18 de julio de 1741 para impedir que entrara socorro español por mar.
Los barcos ingleses que pretendían vigilar La Habana fueron burlados por Torres quien, escoltando los galeones, salió de La Habana y llegó después a Santander. Y luego regresó de nuevo a La Habana. Los barcos apostados ante Santiago de Cuba nada hicieron porque, desembarcados los invasores en Guantánamo, estos inician una marcha de 90 kilómetros hacia Santiago de Cuba, mientras que otra columna pretendía dirigirse hacia La Habana. A poco que iniciaron la marcha fueron constantemente hostigados por los españoles, que conocían el terrerno, en acciones de sabotaje o guerrilla. Más tarde fueron combatidos por tropas veteranas españolas enviadas desde Santiago de Cuba. Pasaba el tiempo y los ingleses perdían perdían hombre tras hombre, fuese por deserciones, fuese por la accion de combate con los españoles, fuese por enfermedades. Y tras haber perdido unos 2.000 hombres, nada menos que la mitad de la fuerza de invasión, la mayoría por deserciones, el general Wentworth ordena retirada, así que reembarcaron y el 18 de diciembre de 1741, prácticamente sin combatir, abandonan Guantánamo dejando en la playa una gran cantidad de armas y pertrechos. Además, naufragaron tres barcos transporte ingleses en el viaje de regreso a Jamaica. Es decir, de una expedición de 4.000 hombres sólo regresaron 1.000 sin haber conseguido nada.
Lo que se dice un fracaso.
Fotografía de satélite en la que se puede observar la bahía de Santiago de Cuba, a la izquierda, y la enorme bahía de Guantánamo, a la derecha. La distancia entre estas dos poblaciones es de 90 kilómetros. La larga y quebrada línea blanca que se ve en el centro marca el límite provincial.
Vernon queda inactivo en Jamaica esperando más refuerzos. El Almirantazgo british se incomoda mucho al saber que no solo los galeones habían navegado tranquilamente hacia España sino que Vernon había intentado atacar un insignificante puerto cubano del sur en lugar de la rica capital del norte, La Habana. No entendían que Vernon no atacase la escuadra española. Para colmo, el resumen de las actuaciones inglesas no podía ser de ninguna manera satisfactorio: entre las diversas acciones realizadas en el Caribe (sobre todo en Cartagena de Indias y la reciente en Cuba) ya llevaban perdidos alrededor de 20.000 hombres y un buen número de barcos, además de no haber conquistado ningún territorio importante. Y eso que ya habían pasado más de dos años desde que se declaró la guerra. A este ritmo Gran Bretaña se quedaría sin hombres que reclutar y tendría que alistar más barcos, todavía más, con los que cumplir sus deseos de ser el único dueño de los mares.
Aún a pesar de la falta de resultados convenientes a los planes ingleses, a Jamaica llega en enero de 1742 un convoy que trae 2.000 hombres frescos de refuerzo, con sus correspondientes navíos y buques de escolta. Ahora se decide atacar Panamá desde Portobelo, ciudad esta última que ya había sido atacada en 1740.
Recordemos que la operación de estrangulamiento del itsmo de Panamá desde el Caribe y el Pacífico, con la colaboración del comodoro Anson había fracasado desde bastante tiempo atrás, así que en
esta nueva ocasión los british estaban firmemente decididos a ocupar Portobelo, cruzar el istmo y conquistar Panamá. Lo que no habían hecho antes lo pretenden realizar ahora. (El ataque
a Portobelo y la expedición de Anson al Pacífico se detallan en el CAPÍTULO 9 y en el 4 respectivamente)
SOBRE ESTAS LÍNEAS: casco viejo de la ciudad de Panamá en 1860. Fotografía: Eadweard Muybridge. La ciudad aún no había iniciado su gran expansión y auge debido al Canal de Panamá. En esta fotografía la población de la ciudad era del orden de 12.000 habitantes, mientras que la Panamá española de finales del siglo XVIII contaba con unos 7.000
IZQUIERDA: los caminos en el istmo de Panamá (fuente: Wikipedia). El camino marcado en verde es el Camino de Cruces. Obsérvese que a partir de Las Cruces la ruta hacia el Atlántico era fluvial (el actual Canal de Panamá sigue la misma ruta con la diferencia de que al final se dirige a Colón en lugar de Chagres). El camino en rojo es el Camino Real, que unía el Pacífico con el Atlántico a traves de Nombre de Dios y Portobelo. Además, Chagres, Portobelo y Nombre de Dios se comunicaban por ruta marítima.
Para la ocupación de la indefensa plaza de Portobelo, puesto que sus defensas habían sido destruidas en 1740, se dirige Vernon con nada menos que 10 navíos, 5 embarcaciones menores y 40 transportes que llevan una fuerza de invasión de 3.900 hombres, además de haber enviado previamente otros dos buques para reconocer el terreno. Desembarca, ocupa la indefensa Portobelo, envía una expedición a Panamá, y tiempo después recibe noticias: la expedición que ha enviado contra Panamá ha sido rechazada en el interior, antes de llegar a la ciudad. También se le informa a Vernon que la ciudad de Panamá ha sido muy reforzada por los españoles. A mediados de abril Vernon reembarca y vuelve a su base de Jamaica, llegando a primeros de mayo de 1742.
Gran Bretaña cosecha otro fracaso más.
Tras el último fracaso, el de Panamá, poco después, llega un éxito inglés: Vernon envía una expedición para ocupar la isla de Roatán, entonces poco habitada, pero poseedora de un bonito arrecife de coral en aguas color turquesa, rodeada de pequeños cayos frente a la costa de Honduras, románticas playas de arena blanca con cocoteros. Una isla, que forma parte del archipiélago llamado Islas de la Bahía, situadas sobre el segundo arrecife de coral más grande el mundo después de Australia, de incomparable belleza, formada por pequeñas colinas de frondosa vegetación entre la que no faltan los olores y la sabrosura de mangos, cocos, papayas y demás especies frutales. Y para aquellos que disfrutan del buceo, Roatán es una fuente permanente de atracción y entretenimiento. Según la Wikipedia, “Sus mares son extremadamente cristalinos lo que permite apreciar el movimiento de las diferentes especies de peces entre las algas multicolores”. Un lugar ideal para unas vacaciones caribeñas inolvidables.
Como sucede con otras islas caribeñas, de este lugar se cuentan leyendas de piratas y corsarios. Hay una cueva llamada Cueva de los Piratas donde, se dice, hay un tesoro sumergido y que el espíritu del pirata John Coxon vela por él. Un cliché típico de islas del Caribe. No obstante, adivine el lector de qué nacionalidad era Coxon.
Pero íbamos a hablar de un éxito inglés. Creo.
Esta isla había tenido cambios de mano entre españoles e ingleses. Descubierta por Colón en 1502, el almirante genovés las llamó Islas de Pinos. La isla más grande, Roatán, tiene 45 kilómetros de largo y no llega a 8 kilómetros en su punto más ancho. Hubo un control inglés desde 1638. Luego en la isla, que era otra vez española en 1643, los ingleses fundaron una colonia de corta vida porque los españoles destruyeron tal colonia y retomaron la posesión de la isla en 1650. En esas estaba cuando apareció una pequeña expedición (un navío y un buque menor) enviada por Vernon para volver a tomarla para Gran Bretaña en junio de 1742. Vernon se fijó en esta isla aunque no constituyese un objetivo estratégico de ninguna clase. Pero era preciosa, eso sí. Quizás quiso recuperar aquello que antes fue inglés durante un corto espacio de tiempo y, así, desfacer entuertos. El caso es que estas acciones de Vernon no le hacían ninguna gracia al Almirantazgo, que no veía la importancia de este objetivo por ningún lado.
Por cierto, la isla fue recuperada para España en 1782.
El título sobre estas líneas que acaba de leer, como el avispado lector recordará, viene a cuento de aquellas palabras que en 1739 pronunció Robert Walpole, primer ministro inglés, ante un Parlamento ansioso de arrebatar a España el comercio americano y las posesiones territoriales: "El mar de las Indias libre para Inglaterra, ¡o la guerra!". (CAPÍTULO 1)
El vicealmirante Vernon es reclamado de regreso a Inglaterra. Al Armirantazgo le huele a chamusquina la actividad de Vernon en América: no se ha conquistado ningún objetivo importante, lo de Cartagena de Indias merece explicaciones más detalladas, se han gastado fuerzas y dispersado energías en objetivos secundarios o en lugares sin importancia estratégica que pueden tomarse sin disparar un tiro, como Roatán. Llamado en octubre, Vernon embarca en Jamaica al mes siguiente, noviembre de 1942. Al llegar a Inglaterra se le recibe como héroe británico. El contralmirante Chaloner Ogle es nombrado nuevo jefe máximo de las operaciones en el Caribe.
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DE IZQUIERDA A DERECHA: Real Cédula de creación de la Compañía Guipuzcoana de Caracas; navío mercante Nuestra Señora de la Asunción, conocido como Guipuzcoano, buque armado propiedad de la Compañía; y acción de la Compañía en San Sebastián fechada el 3 de julio de 1729, primer año en el que esta Compañía emitió acciones.
La Real Compañía Guipuzcoana de Caracas fue constituida el 25 de septiembre de 1728 en virtud de una Real Cédula expedida por el rey Felipe V, para establecer un esquema de intercambio comercial recíproco y exclusivo entre la península y Venezuela. Su accionariado eran gente vizcaína adinerada, especialmente de Guipúzcoa. El rey también fue accionista. Esta Compañía, por su propio interés, impulsó el desarrollo o mejora de la infraestructura de puertos venezolanos, tales como Puerto Cabello, Maracaibo, Coro y La Guaira. Poseía la Compañía patentes de corso, que eran concedidas a capitanes que debían operar en labores de vigilancia las costas desde la desembocadura del Orinoco hasta Rio Hacha. Se perseguía, asimismo, combatir el comercio ilegal y contrabando con actividades económicas legales, como es el caso de esta Compañía, que operó hasta 1785 y tuvo gran influencia en el desarrollo económico, social y político de la colonia española.
Mientras ocurrían las últimas actividades de Vernon en el Caribe, España consigue, como puede, enviar refuerzos a América. El 12 de abril de 1742, muy cerca de Islas Vírgenes, es atacado un convoy español que había partido de la península en febrero. Este convoy se compone de dos navíos de 50 cañones, dos fragatas de 30 y otro buque de 12. Trasladan pertrechos y hombres de refuerzo a las posesiones españolas. Hay que señalar que los buques no eran propiamente buques de guerra, sino que ante la escasez de ellos la Marina española contrató mercantes de la Compañía Guipuzcoana de Caracas, artillándolos. Los british atacantes del convoy eran un buque de 44 cañones y otro de 30, pero estas sí eran dos auténticas fragatas de guerra. Después de siete horas de combate, y ante la tenaz defensa española, los británicos se retiraron con sus buques castigados y sin haberse hecho con ningún mercante español. Los british explican este ridículo de no haber podido con ningún mercante enfrentado a sus buques de guerra diciendo que no pudieron capturar ningún barco porque se hizo de noche. O sea, que la oscuridad les impidió alcanzar el éxito después de siete horas de combate.
Los mercantes reanudan el viaje rumbo a Puerto Rico, posesión española cercana a Islas Vírgenes. Durante la travesía capturan un paquebote inglés, al que rebautizaron como La Presa, armado con 16 cañones. Zarpan de nuevo hacia Santiago de Cuba. Desembarcan tropas. Zarpan hacia La Habana. Reparan. Zarpan otra vez hacia Puerto Rico, y de allí se dirigen a Puerto Cabello. Desembarcan tropas que son llevadas a Cartagena de Indias. Todo esto ante las narices de la abultada presencia de buques de guerra británicos patrullando por el Caribe.
Retrato de Luis Vicente de Velasco e Isla. Grabado de Francesco Albani.
Biblioteca Nacional de España
Por su parte, un joven Luis Vicente de Velasco e Isla, destinado en La Habana, demuestra una vez más que los marinos españoles nada tenían que envidiar al más estirado de los british. Más bien al revés.
Dejemos que un episodio ocurrido en junio de 1742 nos lo cuente a su estilo don Arturo Pérez-Reverte:
A los treinta tacos era capitán de fragata, y al mando de una de ellas, artillada con treinta cañones, se encontraba en 1742 navegando entre Veracruz y Matanzas cuando le salió al paso una
fragata de cuarenta cañones seguida por un bergantín, ambos ingleses. Si lo trincaban entre dos fuegos estaba listo de papeles, así que decidió darse candela con la fragata antes de que llegase
el bergantín. Se arrimó al enemigo, que venía muy chulito, empezó el combate, y después de dos horas de sacudirse estopa pasó al abordaje, hizo arriar el pabellón a la fragata inglesa, volvió a
su barco, dio caza al bergantín –que al ver el panorama había salido cagando leches-, lo rindió y entró en La Habana con las dos presas. Y, para no enfriarse, cuatro años después, con dos
jabeques guardacostas, tomó al abordaje otro buque de guerra inglés de treinta y seis cañones. La criatura.
Reventando perros ingleses ; Xl semanal, 22 febrero 2004
Ese bergantín del que nos habla Pérez-Reverte fue cañoneado por el buque de Velasco con tanto acierto, que le provocó agujeros en la línea de flotación, así que arrió la bandera de combate e izó la de auxilio. Velasco presta el auxilio solicitado y captura el barco. Finalmente, entró en La Habana con los dos barcos apresados y un número de prisioneros que duplicaba al de su tripulación.
Conforme pasaba el tiempo, y a estas alturas del episodio relatado del brillante Luis de Velasco ya se llevaban más de tres años de guerra, se vislumbraba con progresiva mayor certeza que los ingleses, como se dice popularmente, habían ido a por lana pero saldrían trasquilados.
Posteriormente, ya en marzo del año siguiente, 1743, el flamante y recientemente nombrado nuevo comandante general de las fuerzas inglesas en sustitución de Vernon, el contralmirante Chaloner Ogle, decide comenzar con brillantez su mandato y dar un buen golpe de una puñetera vez. El objetivo elegido es La Guaira, en la actual Venezuela. En realidad, es un pequeño puerto que no alcanza la importancia de plazas como La Habana o Cartagena de Indias. La Guaira ya había sido atacada por Vernon en octubre de 1739 (ver CAPÍTULO 7) días antes de la declaración de guerra, sin éxito, porque no consiguió ni conquistar la plaza ni apoderarse de los barcos fondeados allí. Así que Ogle está dispuesto a enmendar y superar a su anterior jefe. Además, quiere cubrirse de gloria porque justifica la acción con el razonamiento de que es preciso liberar a los habitantes de La Guaira de la tiranía impuesta y opresora de la Compañía Guipuzcoana de Caracas. Ahí es nada.
Para conseguir tan grandioso objetivo hay que preparar una escuadra acorde, llevando los navíos:
Burford (70) |
Suffolk (64) |
Advice (60) |
Norwich (50) |
Assistance (50) |
Como no tiene bastante para atacar un pequeño puerto, le acompañan 4 fragatas y 12 buques menores. La expedición está al mando del comodoro Charles Knowles, el cual parte de Jamaica y, rumbo a La Guaira, se dirige primero a la isla de Antigua, posesión inglesa, para recoger más barcos y más hombres de refuerzo.
En la madrugada del 2 de marzo de 1743 los castillos españoles realizan dos disparos dando aviso de la presencia enemiga. La defensa española mezcla criollos y españoles (incluido personal de la Compañía Guipuzcoana de Caracas). Al mando está el capitán Mateo Gual y Pueyo, que había dispuesto convenientemente la artillería con la que contaba, 94 cañones en total.
Los ingleses no quieren perder el tiempo e inician esa misma mañana un cañoneo intenso. También envían lanchas para apoderarse o hundir embarcaciones españolas existentes en el puerto. Pero los
artilleros españoles tenían bien afilada la puntería: no solo las lanchas fueron rechazadas sino que pusieron en graves riesgos a los navíos ingleses. El Burford y el Norwich
tuvieron que abandonar la posición, retirándose una milla mar adentro. La llegada de la noche hizo cesar el fuego por ambas partes, pero esa noche llegó en socorro de La Guaira el gobernador de
Caracas con diez compañías de soldados. Los ingleses continúan tres días más el cañoneo, dañando las defensas españolas, pero sin conseguir sus propósitos, siendo respondidos por el fuego
artillero español, que les provoca conatos de incendio en sus buques y gravísimos daños.
Perspectiva de La Guaira en el momento de la victoria española sobre la flota inglesa en 1743.
Archivo General de Indias, Sevilla.
Vista actual del puerto de La Guaira, en Venezuela. En primer término se observan las murallas de la fortificación colonial española llamada El Vigía.
El 6 de marzo, cuatro días después de su primer intento, el comodoro Knowles se resigna a que, después de arrojar cerca de 10.000 bombas, el ataque ha fracasado nuevamente y, ante el alto riesgo de perder todos los navíos de la escuadra, ordena retirada, zarpando hacia Curaçao (posesión holandesa) para reparar sus maltrechos barcos. No era para menos: el Suffolk había recibido cerca de 100 impactos, el Burford recibió una cifra cercana y había muerto su capitán, y el Assistance tenía 41 impactos. Los demás buques, también presentaban importantes daños y un número variable de muertos y heridos. Las bajas británicas se estiman en 600 hombres.
Así terminó el segundo intento inglés contra La Guaira.
El comodoro Knowles, tras reparar sus barcos y recibir nuevos refuerzos, vuelve a la carga, esta vez contra Puerto Cabello, plaza ante la que se presenta el 15 de abril de 1743. La escuadra inglesa se compone en esta ocasión de cuatro navíos, tres fragatas, un paquebote, una bombarda y 23 balandras.
Situación de Puerto Cabello, La Guaira y otros lugares del norte de la actual Venezuela.
Mapa de elaboración propia.
Esta vez se lo piensa más y en lugar de iniciar de inmediato el ataque como en La Guaira sopesa la situación hasta el día 26, cuando comienza a cañonear los barcos españoles y las posiciones defensivas españolas en tierra.
Al día siguiente, aprovechando la oscuridad de la noche, desembarcan alrededor de 1.200 hombres para asaltar la plaza española. Pero no solo son rechazados sino que los españoles consiguen hacer prisioneros ingleses. El día 29 se produce un nuevo desembarco inglés con la intención de ocupar posiciones adecuadas para hacer trincheras desde las que bombardear las posiciones españolas, pero los españoles nuevamente consiguen expulsar a los desembarcados.
El 5 de mayo de 1743, por la mañana los ingleses inician un ataque generalizado que incluye otro desembarco.
A pesar de los daños sufridos por las baterías españolas, los artilleros defensores resisten encarnizadamente y consiguen causar graves daños a dos navíos ingleses.
En los combates los ingleses consiguen hacer algunos prisioneros, al igual que los españoles. Por la tarde los atacantes se retiran ante el acoso de la artillería española que sigue provocándoles importantes averías. La escuadra inglesa corre alto riesgo. Knowles destituye al capitán del navío Norwich por negarse a bombardear, para lo cual debía acercarse a tiro de la artillería española, sustituyéndolo por otro oficial. El día 7, situados los ingleses fuera del alcance de los cañones españoles, se inician conversaciones para canjear prisioneros, lo que establece una tregua hasta el día 10 mientras duran dichas negociaciones. El día 12, por la mañana, los españoles se despiertan con la noticia que la escuadra de Knowles ha desaparecido del horizonte para salvar sus barcos y sin haber conseguido su objetivo de conquistar Puerto Cabello. Para España se perdieron unos 30 hombres y uno de los barcos de la Compañía Guipuzcoana de Caracas. El sacrificio de bajas inglesas, que se estima en varios centenares, muy superiores a las españolas, había sido, una vez más, inútil.
Otros ataques ingleses pero en un escenario diferente: Fuerteventura y La Gomera, en las islas Canarias. Estos episodios son algo confusos y bastante desconocidos.
Las Islas Canarias eran importante punto de paso en las rutas americanas, convirtiéndose así en lugares estratégicos, pero también islas idóneas para que corsarios y piratas dieran sus golpes. Como vamos a ver, Canarias no fue ajena al conflicto angloespañol, la Guerra del Asiento o Guerra de la Oreja de Jenkins. La intención de los ingleses al atacar estas islas era, además de apoderarse de sus riquezas, tomarlas con uno de estos dos fines: quedárselas para su uso y disfrute o utilizarlas posteriormente como moneda de cambio para otros territorios.
Montaña de Tamasite en el pueblo de Tuineje (Fuerteventura, Islas Canarias), escenario del ataque inglés en noviembre de 1740. Fotografía de Roberto Hernández Bautista.
Fuerteventura fue atacada dos veces en 1740, la primera al realizarse un desembarco de 53 soldados ingleses el 13 de octubre en la actual zona conocida como Gran Tarajal. El destacamento inglés saquea la zona, incluyendo la iglesia parroquial.
Se forma una milicia de vecinos, dirigida por el teniente coronel Sánchez Umpiérrez, pobremente armados con piedras, palos y cuchillos (que, por otra parte, históricamente han manejado con tanta maestría los isleños), enfrentándose a los ingleses en la batalla de El Cuchillete. Por sorprendente que parezca, los ingleses son derrotados, muriendo 33 de ellos y hechos prisioneros todos los demás.
Un mes después, el 24 de noviembre de 1740, se produce un nuevo ataque inglés, esta vez de corsarios, al desembarcar 55 de ellos en la misma zona y con idénticas intenciones que sus compatriotas anteriores. Nuevamente se enfrentan a los isleños, que en esta ocasión están mejor armados (incluso pudieron usar armas de fuego que obtuvieron de la anterior batalla), y hasta usaron camellos (que lanzaron en primera línea como escudo haciendo desgastar a los ingleses buena parte de su armamento), en la batalla de Tamasite, cuyo resultado fue una nueva derrota inglesa.
Hoy día los vecinos recrean estos hechos. Todos los años, el municipio de Tuineje celebra sus Fiestas de San Miguel. En el calendario, San Miguel es en septiembre, pero la fiesta se celebra en octubre en honor a la batalla de Tamasite, manteniendo viva la memoria de estas victorias sobre los ingleses. Se hace incluso representación de un desembarco inglés en Gran Tarajal, donde no faltan los ingleses vestidos con sus casacas rojas, su bandera y su barco, los españoles con sus camellos y su pobre armamento pero que finalmente apalean a los atacantes. Dejo a continuación un pequeño reportaje fotográfico de esta fiesta isleña.
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En la Gomera también ocurrió algo: dos navíos y una fragata, con la artimaña de arbolar bandera francesa, se introducen en el puerto de San Sebastián de la Gomera el día 31 de mayo de 1743. En el momento que creen conveniente izan bandera inglesa y empiezan a bombardear por sorpresa las posiciones defensivas españolas. Al día siguiente vuelven a bombardear y después envían un bote a parlamentar ante las autoridades españolas, a quienes exigen agua, vino, carne, y la rendición de la plaza, amenazando con reducir la ciudad a cenizas. Los españoles rechazan de plano las exigencias, así que el comandante inglés, capitán Charles Windham, envía nueve lanchas de desembarco. Los españoles muestran una resistencia y un deseo de lucha que deja anonadados a los british, de manera que estos regresan a los navíos. Los barcos ingleses vuelven a disparar sus cañones y nuevamente hay un intento de desembarco, otra vez rechazado por los españoles que habían apostado fusileros, haciendo retroceder las lanchas.
El día 10 de junio los barcos de Windham abandonan La Gomera. Para resarcirse del fracaso, se dirige a la isla de La Palma, y después a Gran Canaria. No está claro si atacó o no estas dos islas, pero si lo hizo cosechó dos nuevos fracasos pues no hay noticias de ninguna ocupación inglesa. Finalmente, Windham abandona definitivamente las aguas de las Islas Afortunadas el 20 de junio sin haber conseguido nada. Pero para los british, como siempre, no es que fracasaran o fueran derrotados sino que, simplemente, razonaron, sopesaron las cosas, y desestimaron ocupar La Gomera. Of course.
NOTA
Tiempo después de lo que acabamos de ver en Canarias ocurrió un hecho importante: la batalla del cabo Sicié, ocurrida en 1744. Pero no se incluye aquí. La razón es que la Guerra del Asiento coincide, a partir de 1740, con la Guerra de Sucesión Austríaca (que en el escenario europeo tuvo dos fases: la primera, 1740-1744, y la segunda 1744-1748). Aunque la paz tanto para el conflicto colonial hispano-británico como para el problema sucesorio austríaco se estableció en el Tratado de Aquisgrán de 1748, el combate que dejo de incluir tiene lugar en otro escenario y es propio del conflicto por la sucesión austríaca y no de la Guerra del Asiento.
En cambio sí se incluye el combate del navío Glorioso, en el capítulo 6 siguiente, por el origen de su navegación (Veracruz y La Habana), por su misión (transporte de mercancías y caudales americanos) y por la localización del combate (iniciado en Azores), como también se incluye el combate naval de La Habana en 1748, que leemos a continuación y con el que finaliza este capítulo 5.
Antes de pasar al capítulo siguiente (CAPÍTULO 6, La carrera del Glorioso), hay que hacer referencia a un combate naval que nunca debió producirse en octubre de 1748 porque ya se había negociado la paz en abril de 1748 y en Aquisgrán, seis días después del combate, se firmó la paz entre España y Gran Bretaña pero, al parecer, el comandante de la escuadra inglesa que se enfrentó a la española todavía no tenía conocimiento de estas noticias. Se trata del combate producido en dicho mes de octubre entre la escuadra inglesa al mando de Charles Knowles (recientemente ascendido a contralmirante y nuevo comandante de la escuadra inglesa en Jamaica) y la española al mando del teniente general Andrés Reggio y Brachiforte.
Ocurrió que Knowles zarpó de su base de Jamaica hacia Cuba con la idea de capturar la Flota de Indias durante el trayecto de esta desde Veracruz a La Habana. Estuvo rondando los alrededores hasta que decidió acercarse a La Habana.
A Andrés Reggio, que estaba en La Habana, le llegaron noticias sobre la proximidad de una flota inglesa, por lo que zarpó con su escuadra para patrullar la zona.
Las escuadras inglesa y española se encontraron el 12 de octubre de 1748.
Retrato de Charles Knowles
National Maritime Museum, Londres
Knowles action off Havana
Obra de Thomas Craskell fechada en 1758
National Maritime Museum, Londres
Los seis navíos españoles formaron línea, lo que también hicieron los británicos con seis navíos (eran siete navíos, pero dejaron uno de reserva para ser utilizado después en caso necesario). El combate se inició sobre las 15:00 y duró hasta las 21:30 horas. Los españoles causaron graves daños a un navío inglés y regresaron a La Habana en cuyas cercanías, debido a las averías y para salvar el resto de la tripulación, se ordenó quemar otro navío, mientras que los británicos capturaron un navío español y sufrieron bastantes daños en varios navíos, aunque no perdieron ninguno. Sin embargo, el resultado no fue la victoria que esperaban. Lo que perdieron fue la captura de la Flota de Indias.
Knowles tomó la decisión de regresar y no atacar La Habana dado que estimó que para esa acción no tenía suficientes fuerzas, además de verse obligado a reparar los daños en sus navíos, lo cual fue muy criticado por su propios oficiales, con los que incluso celebró duelos a pistola, en uno de los cuales Knowles hirió de muerte a uno de sus capitanes.
Dio conocimiento a Londres sobre el combate naval, y tiempo después se enfrentó a un consejo de guerra (en 1749) donde no solo le reprocharon agriamente su actitud con la oficilidad de los buques bajo su mando sino que también recibió una sonora reprimenda por realizar un ataque cuando ya se había acordado la paz entre España y Gran Bretaña en abril de 1748 y estaba a punto de firmarse (el 18 de octubre) el tratado de paz.
Andrés Reggio, por su parte, también se enfrentó posteriormente a un consejo de guerra por haber perdido un navío en combate, pero su actuación, apoyada por el testimonio de uno de sus oficiales, se estimó correcta al haber sostenido con honor el pabellón español, y fue absuelto.
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